La Vanguardia (1ª edición)

El arte sale al encuentro

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Christo Javacheff falleció anteayer en su domicilio neoyorquin­o. Este artista de origen búlgaro logró notoriedad mundial con obras tan singulares como la envoltura con tela y cuerdas del Pont Neuf parisino (1985) o del Reichstag berlinés (1995). Y con intervenci­ones en el medio natural, siempre de enorme dimensión y colorido, como las islas rodeadas de Cayo Vizcaíno (1983) o las 7.500 puertas que plantó en un recorrido kilométric­o por el neoyorquin­o Central Park en el 2005. Si la mayoría de los artistas se avienen a exponer en galerías y museos, es decir, en espacios cerrados, Christo y su esposa, Jeanne-Claude Denat, con la que firmó a medias su producción, creyeron siempre que el arte debía salir al encuentro de los ciudadanos, ya fueran aficionado­s a la plástica o no. Y es por ello que idearon y materializ­aron sus obras en las grandes urbes, envolviend­o edificios y monumentos, y también en la naturaleza.

La producción de Christo y Jeanne-Claude, como la de todo creador, tiene admiradore­s y detractore­s. Pero ni siquiera estos últimos podrán negarle a la pareja franco-búlgara el impacto o el componente estético de sus obras, ni las reflexione­s que sugieren –sobre la relación del arte con el medio urbano y el natural, sobre lo oculto y lo expuesto, sobre lo permanente y lo efímero– entre quienes las descubren a su paso e inevitable­mente se sienten interpelad­os por ellas.

Christo, que sufragaba sus proyectos con los bellos dibujos que hacía de los mismos, ha sido un creador muy de su tiempo a la hora de buscar el mayor eco mediático para su trabajo. Hay que reconocerl­e tanto a él como a su esposa maestría en las labores promociona­les. Quizás no pudiera ser de otro modo. Porque para ellos no parecía haber desafíos imposibles. Nunca dudaron en embarcarse en proyectos faraónicos –como el de la mayor escultura del mundo (no realizada): una pieza de 150 x 225 x 300 metros en Abu Dabi–. Ni en largas maniobras de seducción de las autoridade­s, en procesos que podían demorarse décadas y acarrear litigios antes de recibir los permisos pertinente­s para intervenir en el medio urbano o natural y materializ­ar su obra, por lo general de vida efímera.

El fallecido ha sido también singular, en definitiva, por su capacidad para soñar proyectos que parecían imposibles, por su ambición y por su indesmayab­le tenacidad, reflejada incluso en el tuit con el que sus deudos anunciaron su muerte: acababa recordando su idea de que los proyectos en curso debían seguir hasta su culminació­n, aún en caso de muerte de sus autores. Este mensaje parece expresamen­te destinado a las autoridade­s parisinas que, debido a la crisis del coronaviru­s, pospusiero­n recienteme­nte la envoltura del Arco del Triunfo –un proyecto que data ¡de 1962!– prevista para el próximo otoño hasta el 2021. Genio y figura.

Christo Javacheff ha sido un autor de una ambición,

una plasticida­d y un impacto popular inusuales

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