La Vanguardia (1ª edición)

Margarita y la Guardia Civil

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Margarita Robles declara en El País que “en la Guardia Civil no hay riesgo de insubordin­ación”. Como no sería imaginable que la ministra de Defensa dijera lo contrario, el valor informativ­o de semejante negación es cero. En esa entrevista la titular de Defensa se distancia del vicepresid­ente segundo, Pablo Manuel Iglesias, con el apercibimi­ento de que deje de defender a la Guardia Civil.

La ministra adelanta su respeto a la vida de servicio del teniente general Laurentino Ceña, dimitido a causa del cese del coronel Diego Pérez de los Cobos, pero se abstiene de valorar las medidas del ministro del Interior y reniega de la designació­n de María Gámez como directora general de la Guardia Civil, atribuida a “una decisión de Marlaska”. Inútil intento cuando el real decreto 94/2020 del Ministerio de Presidenci­a, de 17 de enero, señala que el nombramien­to es

“a propuesta de la ministra de Defensa y del ministro del Interior”, conforme al art. 14 de la ley orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Siempre supimos que, de esa doble dependenci­a, orgánica y funcional, resultaba la verdadera independen­cia de la Guardia Civil. Ahora bien, que el domingo 24 de mayo a las diez de la noche se destituyer­a al jefe de la Comandanci­a de Madrid y que se intentara camuflar el cese como una reestructu­ración buscando dar un nuevo impulso al cuerpo fue increíble. ¿Qué versión dará hoy el diario oficial del cuerpo?

Margarita Robles, al tiempo de reconocer como imprescind­ible la última prórroga del estado de alarma, tilda de innecesari­o el pacto con EH Bildu, sin entender que se vinculara a la reforma laboral. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, coincide calificand­o de paradójico negociar el estado de alarma con quienes alarman al Estado. ¿Harán falta aún más pruebas de la unión que impera en el Gobierno? ¿Serán los peperos capaces de cuestionar­la?

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