La Vanguardia (1ª edición)

Un baño que sabe a libertad

Las playas de la Costa Brava vuelven a tener público después que la región sanitaria de Girona entrara ayer en fase 2

- SÍLVIA OLLER Platja d’Aro

En las playas de la Costa Brava vuelve a haber bañistas, aunque de momento son de Km 0, de la provincia de Girona. El hecho de que fuera fiesta local en varios municipios el día que la región pasaba a fase 2 –que permite entre otras cosas bañarse o tomar el sol en la playa– animó a muchos a pegarse el primer chapuzón de la temporada a pesar del día enmarañado que acabó con lluvia. Y con este se recuperaro­n sensacione­s que el coronaviru­s había enterrado. “Este baño ha sido como regresar a la vida normal”, resumía Felipe Gómez, recostado bajo una sombrilla en la playa Gran de Platja d’Aro junto a su pareja, embarazada de siete meses,que se ha pasado el confinamie­nto en casa. “Solo he salido dos veces para ir al médico”, explicaba ayer Cristina Valderrey mientras gozaba de aquello que, tras meses de reclusión, es hoy para muchos un regalo: la brisa marina y el suave oleaje. La misma sensación de libertad de Felipe la tuvo el funcionari­o Toni Güell o el casi septuagena­rio Pere Font tras salir del agua.

A mediodía, a lo largo de los más de 2 kilómetros de arenales de la playa Gran de Platja d’Aro, no había problemas para encontrar sitio donde tender la toalla. “Nos preocupa lo que pueda ocurrir en verano, cuando esto se llena de turistas”, decía Alex Bubé, que acudió ayer junto a su hija y nieto a pegarse un baño. El Ayuntamien­to limitará el aforo de playas y calas y contratará a 35 informador­es para que los bañistas cumplan con las distancias de seguridad. Ayer, en Blanes ya había algunos de esos informador­es haciendo cumplir las restriccio­nes. Y en Palafrugel­l,

agentes cívicos y policía local peinaban paseos y calas.

En Platja d’Aro, muchas familias con hijos pequeños como la de Paula Esteve, que tenía una extraña sensación. “Si no fuera por algunas mascarilla­s, uno pensaría que no ha cambiado nada”, explicaba mientras vigilaba a su pequeña. Las mascarilla­s forman parte del atuendo de playa como el bañador o la toalla. Helena Lozano, administra­tiva en el hospital de Palamós, acudió con su hija Carlota hasta la orilla del mar con la mascarilla puesta. “No me había dado cuenta, defecto de profesión”, dijo medio sorprendid­a.

Bocas tapadas también en el paseo marítimo y en el eje comercial, muy animado ayer. También en los restaurant­es que ayer abrieron el 40% de aforo interior de los locales. El dueño de un establecim­iento a pie de mar explicaba que esta temporada se conforma con cubrir gastos. “Aguanto el negocio porque es mío, si estuviera de alquiler ya lo habría dejado; pero no hay dinero, la carta ni la miran, todos prefieren menú”, explicaba Emiliano Veloso, que ha tenido que prescindir de dos tercios de los empleados. A mediodía tenía apenas cinco o seis mesas haciendo un aperitivo. En grandes superficie­s comerciale­s algunas tiendas habían triplicado ayer el aforo máximo permitido.

El sector hostelero y comercial confía en la apertura de fronteras a partir del 1 de julio y en otro cliente que estos días echan mucho de menos: el del área de Barcelona con segunda residencia en la zona.

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PERE DURAN / NORD MEDIA Aspecto de la playa Gran de Platja d’Aro ayer al mediodía

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