La nueva escuela presencial a distancia
Solo cinco niños de infantil acudieron ayer al centro educativo Els Estanys de Platja d'Aro
El pequeño Noah, de 3 años, se aferra a la pierna de su madre porque no quiere entrar a la escuela. “Tengo miedo al coronavirus”, le dice medio sollozando. Ella le consuela con una mentira piadosa. “El coronavirus se ha ido”, le dice. Andoni, de 5 años, está tan nervioso como el primer día de clase. “Ha pasado de no querer saber nada de sus amigos a esperar con muchas ganas ese día”, explica su madre, mientras le recoloca la mascarilla que le cuelga de una oreja. Son algunas escenas que se vivieron ayer poco antes de las 9 de la mañana frente a las puertas de la escuela pública Els Estanys de Platja d’Aro, que en su primer día de apertura tras la crisis del coronavirus recibió solo a cinco alumnos de la docena de educación infantil que aseguraron que asistirían. Hoy irán una veintena de alumnos de 6.º y se encontrarán una escuela que nada tiene que ver con la que dejaron el 13 de marzo. Uno de los primeros cambios lo verán nada más cruzar el umbral de la puerta: un docente les pondrá gel higienizante en las manos y otro controlará la temperatura.Y en el aula, pupitres colocados a una distancia mínima de 1’5 metros. Ayer, una de las maestras de sexto se desgañitaba, metro en mano, para cumplir las distancias.
Pero en este centro educativo hay muchos más cambios. En el aula de P3 ya no está ni la cocinita, ni la tabla de planchar, ni los juegos de consagua) trucciones, ni los puzzles, ni los coches que había antes de que estallara la pandemia. Todos esos juguetes se almacenan en un aula. “Si los niños quieren jugar con ellos se cogen y, tras su uso, se dejan en cuarentena durante una semana”, explica Neus Costa, la directora.
Muchas otras cosas han cambiado, no por ganas, sino por obligación, “para garantizar la seguridad máxima”, afirma Costa. Cada pequeño tiene sus propios colores en un lapicero y su propio kit para hacer plastilina. Y en el patio, ya no hay discusiones por ocupar la casita ni colas en el tobogán. Una cinta precinta todos esos juegos que no son de uso individual. Los niños estaban advertidos y ni se acercaron.
Ayer, mientras desayunaban (ahora cada niño lleva su botella de las señoritas les explicaron que podrían jugar en el patio con la carretilla, la pala, el cubo y la criba y que tendrán uno para cada uno, con su nombre para que no se intercambien objetos. También que no podrían subirse al tobogán o la casita, pero sí correr y gritar. Ante tantas restricciones, la pequeña Sara preguntó: ¿Podremos sentarnos?’. “¡Claro! Pero no podréis coger los juegues de los demás niños en el patio”, explican las señoritas Marta Salvadó y Dolors Duch que ayer tenían a su cargo a los cinco niños que acudieron al centro. ¿Y la mascarilla, me la tengo que poner?, preguntó Èric, antes de salir al patio. Lo que costaba más de cumplir entre los más pequeños era la distancia de seguridad.
Las diferencias con el antes y el ahora no acaban aquí. La higiene es un elemento que se ha reforzado. Las maestras se lavan las manos constantemente con gel hidroalcohólico y los padres tienen vetada la entrada al centro. ¿Qué hay que hacer antes de salir al patio?, les interpela maestra de soporte Dolors Duch. “Lavarse las manos”, contesta rápidamente Andoni. Una operación que realizan varias veces a lo largo de la mañana: cada vez que van al baño, de uno en uno; antes y después de salir al patio... “Tienen muy interiorizada la fórmula del lavado”, dice Salvadó. Además una empresa contratada por el Ayuntamiento desinfecta la escuela.
Lo que no ha cambiado, al menos con los más pequeños es el contacto niño/maestra. La pequeña Chloe, de P-3, necesitaba ayer la ayuda de la señorita para hacer un equilibrio. “Si dejamos de hacer esto ya no somos escuela”, explican las maestras. Como contrapartida, mucha higiene de manos y mascarilla.
Los que ayer llevaron a sus niños a la escuela son familias que trabajan mayoritariamente en el sector servicios. “Vivimos en una zona turística. A medida que se vayan abriendo bares, restaurantes y hoteles, más alumnos se irán incorporando” explicó ayer el concejal de Educación, Josep Amat. “¡Ojalá! Significará que los padres pueden trabajar y eso es bueno”, añade la directora, que destaca el “servicio comunitario” de la escuela estos días.
Lavado de manos con gel higienizante y control de temperatura al llegar al colegio
Los pequeños tienen sus propios colores y plastilina en una bandeja con su nombre