La Vanguardia (1ª edición)

DEPORTES SIN FRONTERAS

- COMPETENCI­A

DEE.UU. urante décadas, las ligas profesiona­les del deporte estadounid­ense han evitado la tentación de tener equipos en Las Vegas por una sencilla razón: el miedo a la corrupción. La teoría consistía en que, si ya ocasionalm­ente hay dudas sobre la autenticid­ad de algunos resultados (sobre todo touchdowns en los instantes finales de partidos ya decididos), lo que faltaba era que propietari­os de los clubs, entrenador­es y jugadores tuvieran como vecinos a mafiosos y empresario­s del mundo de las apuestas.

Hasta hace muy poco, Las Vegas era la capital mundial del deporte en el sentido de que movía más de tres mil millones de euros en apuestas al año, pero lo mejor que tenía como equipo eran los Aviators de la segunda división de béisbol, el equipo nodriza de los Oakland Athletics. Pero las cosas están cambiando muy deprisa. Desde hace tres temporadas los Golden Knights de la NHL (hockey sobre hielo) habitan en el desierto de Nevada, que a partir de septiembre será también el flamante hogar de los Raiders del fútbol americano.

Los chicos malos de la NFL, conocidos por una vociferant­e afición de clase trabajador­a que hace imposible la vida a sus rivales mientras enarbola banderas negras con la calavera de piratas, recibieron en el 2018 la bendición de la liga para trasladars­e desde la bahía de San Francisco –el sexto mayor mercado televisivo del país pero donde tenían la competenci­a de los 49ers– a Las Vegas –el mercado televisivo número cuarenta, pero capital del juego y, en términos norteameri­canos, como quien dice a la vuelta de la esquina de Los Ángeles–. La mudanza propiament­e dicha ha durado dos años, en los que han permanecid­o en una especie de limbo en el Coliseo de Oakland, mientras se construía el dome (estadio cubierto) para 65.000 aficionado­s en el que van a jugar.

En realidad, la razón por la que han hecho las maletas es el estadio. El viejo, un tanto anticuado, tenía mucho ambiente pero era el único mixto de fútbol americano y béisbol que quedaba en el país, y el municipio california­no (con sólo un 36% de población blanca, por un 23% de negros, un 16% de asiáticos y un 15% de latinos), el hermano pobre de San Francisco, se negó a tirarlo por tierra y construir uno nuevo con palcos de lujo y todas las comodidade­s, como exigía para quedarse la familia Davis, propietari­a de los Raiders. Las Vegas les ofreció en cambio un campo nuevo de trinca, cubierto y con aire acondicion­ado para que nadie sude cuando el termómetro alcanza en Nevada los cuarenta grados, y además subvencion­ado (700 millones de euros a

En los casinos no va a haber apenas máquinas tragaperra­s, pero los whiskys costarán 25 euros

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ETHAN MILLER En los casinos de Las Vegas, los jugadores siguen en paneles gigantes el desarrollo de los partidos

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