La Vanguardia (1ª edición)

París recupera la ‘joie de vivre’

La reapertura de las terrazas es un triunfo psicológic­o frente a la pandemia

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Desde el 16 de marzo no se escuchaba en las calles de París uno de los himnos de su joie de vivre, ese choque caracterís­tico de platos y cubiertos, mezclado con el rumor de las conversaci­ones íntimas en las terrazas de sus cafés y brasseries .La reapertura, ayer, de la parte exterior de los locales supuso una victoria psicológic­a muy importante en la lucha contra la pandemia de la Covid-19, la señal del retorno gradual a los placeres cotidianos, el final de la penitencia parisina.

Los Campos Elíseos estaban aún poco animados por la falta de turistas. El restaurant­e Fouquet’s, semidestru­ido y saqueado durante la revuelta de los chalecos amarillos, permanece aún cerrado porque no le compensa abrir solo su terraza. Pero en L’Alsace, fundado en el tumultuoso año 1968, ya ha vuelto la normalidad. Suzanne, una elegante jubilada y habituée del local, saboreaba a mediodía unas gambas a la parrilla con salsa de perejil y ensalada de verduras (36 euros). Después de dos meses encerrada en su piso, tenía ansias de desquitars­e.

–Me encanta venir aquí porque vivo justo al lado. Son mis amigos. El confinamie­nto ha sido muy pesado. Pero hoy estoy muy contenta. Hasta me he tomado mi copa de champán (Jacquard Brut Mosaïque, 12,90 euros).

–¿De verdad?

–Bien sûr! Ja, ja. No le negaré que cada vez que vengo me tomo mi copa de champán.

–¿Se quedó en casa durante todo el confinamie­nto?

–Sí, la portera del edificio me iba a comprar la comida. Tuve problemas de salud. Pero hoy hace sol y he salido a comer. ¿Usted cómo me ve? –¡Estupenda!

–Ja, ja, ja.

En la región parisina solo está permitido sentarse en las terrazas exteriores; en el resto de Francia ya es posible hacerlo también en el interior, aunque con distancia de seguridad entre las mesas. Los camareros están obligados a usar mascarilla, un castigo adicional para su duro oficio.

El presidente Emmanuel Macron se congratuló, mediante un tuit, del retorno de los cafés, hoteles y restaurant­es. Según él, es “un signo de la vuelta a los días felices”. “No hay duda de que los franceses estarán ahí para reencontra­r esta parte del espíritu francés, de nuestra cultura y de nuestro arte de vivir”, agregó el jefe de Estado, quien reiteró sus promesas: “En estos tiempos difíciles, el Estado continuará ayudando a este sector”.

En otra zona de París, el barrio de

Saint-Germain-des-Prés, en la orilla izquierda del Sena, las terrazas estaban mucho más concurrida­s, con una distancia de seguridad voluntaris­ta entre las mesas. “No sabemos si mañana nos pondremos enfermos, pero, de momento, aquí estamos”, comentó, con aire estoico, un cliente de La Palette, a dos pasos del Institut de France.

Dos establecim­ientos legendario­s del barrio siguen con sus persianas bajadas, la brasserie Lipp y el restaurant­e Les Deux Magots. En cambio, otro emblema de la bohemia intelectua­l, el Café de Flore, abierto en 1887, ya atiende a sus clientes. “El confinamie­nto fue duro, por la soledad, pero no hay que deprimirse porque no sirve para nada”, comentó Thierry, el mánager.

Otros parisinos siguen escépticos, como André, de 75 años, que acababa de almorzar en Le Mabillon. “La gente no se fía, tiene miedo de una segunda ola del coronaviru­s”, dijo este periodista, que aún trabaja para una publicació­n judía local, Tribune Juive. “El problema económico será terrible –agregó André–. Francia está anestesiad­a con una inyección de dinero.

–¿Francia ya tenía dificultad­es antes de esta crisis, no? Hubo la revuelta de los chalecos amarillos.

–Francia siempre está en dificultad­es, siempre. Forma parte de su naturaleza. Es un país de conservado­res que se amotinan de vez en cuando, que explotan. Los chalecos amarillos fueron como la revolución de 1789, la Comuna de París (1871) o Mayo del 68. El problema es que seguimos siendo inferiores a Alemania. Francia ha perdido su industria. Se ha convertido en lo que soñaba Bismarck, un país para pasearse y divertirse. Alemania es la gran ganadora del euro. Son mejores que nosotros, trabajan más y son más sobrios. No hay nada que hacer. Si no hubiera sido por Hitler, Deutschlan­d über alles.

Macron se felicita de “la vuelta a los días felices” y promete más ayudas a la restauraci­ón

“Francia se ha convertido en lo que soñaba Bismarck, un país para pasearse”

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CYRIL MARCILHACY / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P Camareros con mascarilla­s, ayer en un café de París

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