Sin liderazgo mundial
El G-7, creado en 1973, reúne a los siete países de mayor peso político, económico y militar y representa el 64% de la riqueza del planeta. El G-20 es un foro nacido en 1999 que agrupa a los miembros del G-7 más los países emergentes, 19 en total más la UE y un país invitado permanente que es España. Representa el 85% del PIB mundial. ¿Qué han hecho estas instituciones mientras el coronavirus azotaba el mundo?
El 16 de marzo, el G-7 hacía público un comunicado comprometiéndose a “hacer todo lo necesario” para frenar la pandemia. El 17 de abril, sus países miembros (EE.UU, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón, Canadá e Italia) insistían en la necesidad de una respuesta “global y coordinada”. Y hace unos días el presidente Trump, anfitrión de la cumbre anual prevista para este mes, la aplazaba hasta otoño al no poder hacerla presencialmente. En cuanto al G-20, el 26 de marzo se comprometió a hacer “todo lo necesario” para superar el coronavirus (¿les suena haberlo leído ya?) y el 7 de abril 165 relevantes personalidades mundiales le exigían una “actuación inmediata y coordinada”. El G-20 respondió el 15 de abril avalando suspender temporalmente el pago de la deuda de los países pobres, a lo que también se sumó el G-7.
Desde entonces, muchas videoconferencias y ninguna acción concreta. El G-20, principal foro de cooperación internacional económica, debería estar liderando la ofensiva contra el coronavirus y preparando planes de futuro para ayudar a los países más pobres. Según la Organización Internacional del Trabajo, 300 millones de personas perderán el empleo que tenían y, de acuerdo con cifras del Programa Alimentario Mundial, 265 millones sufrirán malnutrición. La ayuda a esos países es urgente y a ello deberían estar dedicados el G-7 y el G-20. Pero el primero no se reunirá hasta septiembre y el segundo, presidido por Arabia Saudí, tiene prevista su cumbre en noviembre y no ha evaluado avanzarla. En la gestión de esta crisis también han fallado organizaciones supranacionales como la propia ONU –con el controvertido papel de la OMS– y la Unión Europea. El mundo se ha encontrado sin liderazgo mundial en momentos en que hacen falta cooperación y coordinación. Una de las razones de ser del G-20 fue que se constató que, con la estructura que tenía el G-7, no se podían abordar algunos problemas de alcance mundial. Pero entre el G-7 y los países emergentes hay tensiones por la influencia de sus miembros en instituciones mundiales. La OMS ha sido el último escenario en que EE.UU. y China han dirimido su pulso particular.
Tras la crisis del 2008, el G-20 emergió como un club para responder a una crisis que había golpeado a todos los países. Está por ver si ahora cumplirá esa función y logra evitar una crisis económica global, porque la falta de gobernanza y de liderazgo mundiales de los foros e instituciones supranacionales resulta muy preocupante.
Instituciones como el G-7 y el G-20 han estado ausentes en la lucha contra el coronavirus