Rescate de temporeros
La precariedad de 200 sintecho en Lleida se agrava por temor a un brote
Estamos aquí para recoger su fruta y sólo pedimos un techo, comida caliente y agua para ducharnos. Pero parece que a nadie le preocupa que durmamos en la calle. ¡Y somos humanos¡ Esto es una vergüenza. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién trabajará en sus campos?”.
Es un apretado resumen del crudo discurso de más de siete minutos colgado días atrás en su cuenta de Instagram por Serigne Mamadou, un temporero senegalés que recaló el pasado mes de mayo en Lleida y ha dormido las últimas semanas en la calle junto con otros 200 inmigrantes, que como Mamadou se han desplazado desde diferentes puntos de España hasta Ponent para trabajar en la campaña de recolección de la fruta.
El vídeo ha tenido cientos de miles de visitas y ha despertado conciencias. Lo que se relata es la situación infrahumana de unos ciudadanos, la mayoría subsaharianos, que viajan a Lleida movidos por el reclamo de trabajar en la campaña de la fruta y acaban abandonados a su suerte, al no tener asegurado el puesto de trabajo. Nada nuevo en Lleida o algunas poblaciones del Baix Segre, cuyos habitantes están acostumbrados a ver inmigrantes tirados por las calles o malviviendo en destartaladas barracas cuando arranca la temporada de trabajo en el campo.
Pero esta campaña es diferente. La crisis sanitaria por el coronavirus ha agravado la situación de esa mano de obra imprescindible para el sector agrícola (sin los temporeros no se recogería la fruta) y especialmente para aquellos que no tienen un contrato apalabrado. Este año esos inmigrantes lo están teniendo más difícil que nunca para sobrevivir. El riesgo de nuevos brotes en estas primeras fases del desconfinamiento –las condiciones de vida de esas personas no son las mejores para protegerse– hace que muchos quieran lo más lejos posible a esas personas.
Es imposible obligar a esos temporeros a respetar el distanciamiento recomendado para evitar contagios. Un nutrido grupo duerme hacinado desde hace días bajo un porche del casco antiguo de Lleida. Y mucho menos controlar que no haya concentraciones de más de diez personas en la
Esas personas solo piden un techo, un plato de comida caliente y agua para ducharse
La alarmante situación requiere la inmediata implicación de todas las administraciones