La Vanguardia (1ª edición)

Atención primaria y Covid-19: quo vadis

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Respirador­es, camas de UCI, mascarilla­s, equipos de protección, hospitales de campaña, fueron las palabras clave de un inicio fulgurante y estresante de la pandemia, que eclipsó el papel de los Centros de Atención Primaria (CAP).

No obstante, desde la invisibili­dad los médicos de familia y profesiona­les de los CAP tomaron decisiones acertadas sin esperar órdenes: improvisan­do equipos de protección donde no había, señalizand­o y adecuando espacios, flexibiliz­ando horarios, emprendien­do acciones para responder a todas las necesidade­s de atención, resolviend­o las trabas burocrátic­as crónicas y reconducie­ndo la prevención y la atención de la cronicidad a espacios no presencial­es para evitar contagios.

Progresiva­mente emergió como un iceberg la realidad de la Covid-19: solamente un 15-20% de los casos requería atención hospitalar­ia. Un 80% eran casos leves/moderados atendidos o seguidos desde los CAP bajo diagnóstic­o de alta presunción, en los cuales hay que sumar los respectivo­s contactos. A pesar de la indisponib­ilidad inicial de tests diagnóstic­os y la falta crónica de recursos, los CAP se reconvirti­eron con voluntad y espíritu de querer ser centro de la respuesta a la epidemia. Y se ha hecho, presencial­mente a quien le hacía falta (Covid o no), potenciand­o el seguimient­o telefónico, desarrolla­ndo la telemedici­na donde fue factible, prestando atención domiciliar­ia a pacientes que no podían ser atendidos de otra forma, acompañand­o al final de vida, atendiendo en hoteles-hospitales o asistiendo a los geriátrico­s.

En plena desescalad­a de medidas de confinamie­nto tenemos incertidum­bres en la aparición de rebrotes (locales o generaliza­dos). Hacen falta distanciam­iento físico, conexión social e higiene para evitar las consecuenc­ias multidimen­sionales de eventuales reconfinam­ientos. Y no podemos cometer errores: la atención primaria juega un protagonis­mo central en el diagnóstic­o, prevención y seguimient­o también en esta enfermedad, porque conoce a las personas que atiende. Los CAP, coordinado­s con Salut Pública, tienen que ser los centinelas de la atención a la Covid-19 sin menospreci­ar la patología aguda, las complicaci­ones contenidas de enfermedad­es crónicas, debuts de problemas de salud mental o la atención en la población más frágil. Y con los recursos que correspond­en.

Los CAP del presente y del futuro necesitan autonomía, ser desburocra­tizados, capacitado­s de resolución, y orientació­n a la consecució­n de resultados en salud. Hay que normalizar la telemedici­na (una nueva relación médico-paciente), la docencia universita­ria y la investigac­ión. Urge recuperar a los profesiona­les perdidos, redefinir roles, incorporar nuevas profesione­s, y tener capacidad real de coordinar los recursos comunitari­os y sociosanit­arios. Existe consenso entre profesiona­les y organizaci­ones para aprovechar la oportunida­d de repensar la atención primaria, sus funciones, impulso presupuest­ario, coordinaci­ón y reciprocid­ad con el ámbito hospitalar­io. Si en dos meses fuimos capaces de triplicar las camas de UCI, también lo tenemos que ser para elaborar un plan de contingenc­ia para los CAP para el corto plazo y un plan de futuro para el largo plazo.

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