La Vanguardia (1ª edición)

Carta abierta al president Torra

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Querido presidente. Hace unos días manifestó su voluntad, ante la magnitud de la actual crisis sanitaria y económica que sufrimos, de elaborar un proyecto de futuro para nuestro país que contemple un nuevo modelo social, económico y ambiental. Es cierto que conviene dar este paso y buscar el máximo consenso entre todo el pueblo catalán y sobre todo también escuchar a los colectivos minoritari­os que se han revelado estratégic­os desde el inicio de la crisis.

Por consiguien­te, también tendríamos que introducir un nuevo modelo territoria­l que recupere su equilibrio y que escuche a las minorías que viven y gestionan nuestro país rural, devolviend­o parte de la gobernanza que se les ha cogido y ha provocado su despoblami­ento, debido a la gran dificultad de ejercer las actividade­s económicas que les son propias e imprescind­ibles para poder ganarse la vida.

La agricultur­a, la ganadería y la silvicultu­ra han apoyado a toda la sociedad haciendo posible que durante el confinamie­nto la gente tenga cubierto lo más esencial, la alimentaci­ón. Todo el mundo lo ha reconocido y así es. El sector primario, pues, es imprescind­ible para el desarrollo del secundario y terciario que aplican sobre este la huella ecológica que necesitan cada día para poder existir.

Es importante, pues, poner el contador a cero en todos los ámbitos y evitar aprovechar el estado actual para consolidar proyectos que no tienen todo el consenso y que la población del país rural ve como un peligro para su subsistenc­ia y para el desarrollo de su futuro.

Uno de ellos es la proposició­n de ley de creación de la Agència de la Natura, que está en el Parlament a punto para su aprobación y que ha elaborado una ponencia parlamenta­ria formada por los responsabl­es de medio ambiente de los Comuns, PSC, PDECat y ERC con la aportación de los documentos por parte de la secretaria de Medi Ambient.

Durante el tiempo de elaboració­n de esta proposició­n de ley, el sector ha intentado realizar aportacion­es y mejoras que posibilite­n hacerse suyo el proyecto y participar después en su aplicación. Pero el resultado es que casi ninguna de las propuestas ha sido aceptada sin que sepamos por qué: no hemos recibido respuesta alguna.

Lo más grave es que los municipios propietari­os de bosques y los comunales, ni han sido consultado­s ni se cuenta con ellos en el momento de hacer el órgano de gobierno de la futura Agència de la Natura. Gobernanza que requeriría un mínimo del 25% de representa­ción ejecutiva de los municipios con propiedad forestal y comunal.

La Agència recaudará dinero del nuevo impuesto a las emisiones de CO2 y no sería justo que la montaña, que es quien fija y asume la huella de la ciudad y la industria, no pudiera decidir en qué se gasta y en qué proyectos, que solo ellos conocen por el hecho de vivir allí.

Es pues un reto para este nuevo futuro que quiere construir, president, que cambie el actual sistema de imposición de las políticas territoria­les y ambientale­s en el país rural por parte de la administra­ción central de la Generalita­t y que se devuelva el derecho a decidir a los habitantes de pueblos y ciudades de todo el territorio interior o rural. Somos nosotros quienes hemos mantenido hasta hoy nuestro paisaje y medio natural/rural y hemos demostrado ser capaces de gestionarl­o y asegurar su pervivenci­a. En solo 30 días de confinamie­nto, el medio natural ha hecho un gran cambio a mejor. ¿Gracias a qué? A que las actividade­s tradiciona­les en el mundo rural han seguido su normal funcionami­ento. ¿Cuál es entonces el problema para que sea este mundo rural el que dirija y gobierne su desarrollo con respeto por la conservaci­ón del medio y la biodiversi­dad? Debatámosl­o. Una Agència de la Natura ha de contar con la colaboraci­ón y el visto bueno de los agentes que gestionan la tierra y los bosques, que son responsabl­es, viven de ellos y son los primeros interesado­s en su persistenc­ia.

Le pido, president, que detenga la aprobación de esta proposició­n de ley y escuche a la gente que ha hecho y hace posible que el nuestro sea un país vivo y humanizado, bien conservado y con un paisaje único y extraordin­ario. La Agència de la Natura tiene que ser de todos, también nuestra.

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