El arte de la coherencia
El Cambridge Diccionary define el término maverick como aquella persona que piensa y actúa de manera independiente, que con frecuencia se comporta de manera diferente de lo que espera o es habitual. Podría ser el retrato de una personalidad estrafalaria. También se podría leer desde una dimensión más epicúrea, más serena. El aura que emanan algunos personajes rusos de Tolstói o Gogol, que observan el devenir del mundo y sus sorprendentes criaturas desde una sabia distancia, ajenos a la feria de las vanidades, aunque siempre dispuestos a un gesto generoso cuando es solicitado. Nada que ver con un misántropo enfurruñado. Guardianes del misticismo terrenal de la coherencia íntima y sus pequeñas alegrías.
En ese estado de fértil indiferencia a lo que toca o es conveniente se había instalado desde hace tiempo Quim Lecina. Una manera de entender la existencia que se expresaba en parte en ese refugio en que se había convertido su casa de Rupià. Tan alejada y a la vez tan cercana a todo aquel que se adentraba en su camino de tierra. Las últimas tres décadas se había centrado en cultivar ese andar
QUIM LECINA (1943-2020)
Actor y director de teatro por su propia senda, sin hacer mucho ruido, multiplicando los colaboradores que le permitían crear nuevos proyectos que fusionaran su pasión por la música y la poesía, sin importar si alguna vez llegaban a la metrópoli. Montajes dedicados a los maestros del jazz (El viatge, 1996, luego adaptado a la historia del Jamboree), Satie (Em dic Eric Satie, com tothom, 2006), Beethoven (Sonata Kreutzer, 2008), Mozart (Mozart-Salieri o el requiem inacabado, 2008) o Chopin (George Sand i jo, 2012); sin contar sus incursiones en la sardana contemporánea, el rock, la chanson o las composiciones del siglo XII. Siempre acompañado por la firma literaria que más le convenía a la partitura. Eclécticos cabarés literarios.
Esa era su razón artística y a ella se dedicó plenamente. Hizo cine, televisión –tocando la popularidad de los folletines de tarde de TV3– y teatro en los escenarios que ofrecen prestigio; uno más en importantes repartos, dirigido por prestigiosos directores. Y estuvo desde el principio en uno de los proyectos cardinales de este país. Lluís Homar lo recuerda en