Los teatros de ópera se la juegan
Los coliseos líricos optan por mantener sus títulos o cancelar: ambas cosas son un riesgo
Ser atrevido y tirar adelante programando ya en julio y en espacios cerrados, o ser prudente y cancelar de antemano para no jugársela? Todas las opciones son legítimas dentro de esta situación de desconocimiento absoluto sobre el comportamiento que puede tener el coronavirus en las próximas semanas. Y los teatros de ópera, esos faros que catalizan la vida cultural de las ciudades y los países, han tenido que tomar sus decisiones al respecto. Todas ellas arriesgadas.
La Covid-19 justifica las de unos y otros: la del Teatro Real de lanzarse a hacer múltiples funciones de la Traviata este julio, en versión semiescenificada, y la del Gran Teatre del Liceu de no imaginar –cuando hace un mes canceló el resto de temporada– a su público entrando con mascarilla y distancia social a ver Il barbiere di Siviglia. Una ópera que requiere una orquesta menos numerosa que La Traviata , y que estaba también programada para este final de temporada.
A escala internacional pasa lo mismo. El festival de Salzburgo, con citas en exterior, canceló al inicio de la pandemia. En cambio la Arena di Verona, con sus enormes espacios al aire libre, hará espectáculos este verano. Plácido Domingo anunciaba en Il Corriere della Sera su participación en agosto, su primera actuación tras superar el coronavirus.
Y mientras en la Scala de Milán o la Opéra de Paris optan por renovar la cancelación a medida que evoluciona la pandemia, en el otro extremo ha aparecido la Metropolitan Opera House de Nueva York anunciando una cancelación que abarca toda la temporada de otoño, hasta el 31 de diciembre. “Dada la enorme complejidad en términos organizativos de la Met, no tenemos más opción”, afirmaba en un comunicado el director general, Peter Gelb. “La salud y la seguridad de los miembros de nuestra compañía y de nuestro público son nuestra máxima prioridad, y simplemente no es factible volver a la ópera para septiembre mientras el distanciamiento social siga siendo un requerimiento”, explicaba. Es obvio: cuando los coliseos manejan elevados presupuestos sin subvenciones no pueden permitirse reducir el público. Los costes son excesivos y su maquinaria deja de ser rentable.
Pero volviendo al territorio nacional, cuando el asunto implica a
Madrid y Barcelona, el desigual regreso de los teatros de ópera a la actividad ordinaria se observa con lupa por parte de los agentes sociales y el mismo público. Como si de una liga futbolística se tratara, se elevan opiniones de uno y otro lado, se lanzan preguntas. ¿Por qué el Liceu tiene que garantizar más seguridad que sus homólogos? ¿Es sensato precipitarse en cancelar cuando estás pidiendo apoyo económico?
Y desde el otro lado: ¿cómo puede el Ministerio permitir que el Real deje menos de un metro de distancia entre los asistentes en julio? Si precisamente la OMS acaba de sacar un estudio que demuestra que es en la distancia corta donde el coronavirus se la juega: a más de un metro, se evitan el 82% de los contagios. Y sin embargo, quien nos dice que en un mes el nivel de contagio no habrá bajado a niveles insignificantes y el calor hará el resto.
El Ministerio de Cultura ha optado, a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem), por que las decisiones se tomaran de 15 en 15 días, según lo plazos sanitarios en esta pandemia. Sabía que en el momento en que fuera posible, los equipamientos públicos debían ser los primeros en abrir. Y los teatros de ópera ejercen un liderazgo. ¿Por qué, siendo parte de la Ejecutiva del Liceu, no puso el freno cuando este el teatro se planteó adelantarse y cancelar?
Las circunstancias han conducido a Amaya de Miguel, su directora general, a frenar las cancelaciones al mismo tiempo que frena las reaperturas. Es lógico, el coronavirus no deja margen. Pero se ha dado la circunstancia de que por un lado recomienda no hacer conciertos este julio y que los festivales cancelen, y por otro cede a las peticiones del Real de abrir al 50%. Todo ello hay que verlo a su vez en su contexto político: el gobierno autonómico de Madrid instiga a volver a la actividad, mientras que el de Catalunya se encuentra en el contexto opuesto, conteniendo la desescalada.
“Me comprometo a devolver esa vida que la pandemia ha amenazado con quitar a todos”, decía ayer Gregorio Marañón, presidente del Teatro Real, al inicio de la rueda de prensa de presentación de la temporada 2020-21. Un rueda en la que no se respondió a ninguna pregunta sobre los protocolos de seguridad previstos para La Traviata. “Eso lo diremos a una semana del estreno, porque va a depender de cómo nos encontremos en ese momento”, apuntó Joan Matabosch, director artístico de la casa, subido a la ola de optimismo general y asumiendo que está en un work in progres.
Por su parte, Salvador Alemany, presidente del Liceu, aseguraba ayer que “tienes que tomar tus propias decisiones. Nuestra filosofía ha sido valorar todas las variables y tomar una decisión. Lo importante es que la gente entienda lo que haces y que seas previsible y coherente. Y nosotros estamos convencidos de la decisión tomada. Hemos considerado todas las posibilidades, contrastado con las administraciones, el mecenazgo y la sociedad, y tenemos una actitud prudente. Creo que nuestro público espera que hagamos la programación que teníamos y esto hoy por hoy lo habría considerado un poco osado”.
Coherente con esta decisión, el
El Met cancela todo su otoño mientras Plácido Domingo va en agosto a la Arena di Verona
“Hemos considerado todas las variables y posibilidades y tenemos una actitud prudente”
“La conquista de la nueva normalidad no va a llegar sola, hay que ser proactivos”