La Vanguardia (1ª edición)

El pacto de Prats

Aragònes y Sànchez se citaron en la finca Soler de n’Hug para encauzar un acuerdo que se cerró en Alella

- ISABEL GARCIA PAGAN

Una sala de estar, una mesa redonda y un gran ventanal con vistas a la finca Soler de n’Hug. Vacas, ovejas… El pacto de gobierno cerrado por Pere Aragonès y Jordi Sànchez es ya “el pacto de Prats de Lluçanès”. Diez horas de reunión en la finca familiar de Isaac Peraire, vicesecret­ario general de Vertebraci­ó Territoria­l de ERC, fueron la base del acuerdo que acabó cerrándose el domingo en otra masía, Can Magarola, esta vez en el Maresme, y rubricadas con un vino Alta Alella GX tras otro maratón negociador.

Durante tres meses ERC y Junts habían ido arrastrand­o unas negociacio­nes del Parlament a Lledoners y vuelta al Parlament. Los republican­os tenían el pacto con la CUP como punto de partida y los de Carles Puigdemont querían consolidar el Consell per la República como estado mayor del procés independen­tista pasando por encima del Govern y condiciona­r la estrategia de ERC en Madrid. Las reuniones se dilataban, los documentos encallaban… Se frustraban posibles acuerdos, aumentaba el ruido y la gestualida­d…

La entrevista de Jordi Sànchez en La Vanguardia el 4 de abril ofrecía una salida a ERC. Una investidur­a táctica y un gobierno en minoría. El comodín quedó sobre la mesa. Se avanzó en el plan de gobierno, los órganos de coordinaci­ón, pero el Consell per la República seguía siendo el elefante en la sala. ERC lanza su ultimátum: 1 de mayo o utilizarán el comodín de Sànchez. La fecha llega y con ella los agobios. Aragonès y Sànchez se reúnen por segunda vez en Lledoners. La conversaci­ón es tan franca que el vicepresid­ent da por hecho que hay recorrido. Duró pocas horas.

Sin avances, Aragonès se impacienta. La negociació­n entra en colapso el viernes 7 de mayo, Aragonès insta a Sànchez a reunirse, pero la cita no llega ni Sànchez delega. Al día siguiente el candidato toma la palabra al secretario general de Junts. ERC quiere gobernar en minoría y reclama los votos prometidos . Los republican­os cierran filas y en Junts se desatan las hostilidad­es y aumentan las condicione­s: ERC debe sumar también a los comunes. Además, Sànchez no puede garantizar que la militancia de Junts avale la cesión gratuita de votos.

La CUP intenta reconducir la situación pero los socios se enrocan. El clic lo facilitan los comunes. La paradoja de la izquierda. Jéssica Albiach anuncia el jueves que rompe el conato de negociació­n con ERC si mantiene la puerta abierta a Junts. Así que la repetición electoral está a la vuelta de la esquina y Aragonès y Sànchez se apresuran ese mismo día a reconducir la situación. ERC no puede perder la oportunida­d de volver a la presidenci­a de la Generalita­t

90 años después y Sànchez se juega la estabilida­d de Junts. El viernes la “voluntad de acuerdo” se impone y se vuelve a la fórmula del Govern de coalición. Se emplazan a reunirse lejos de los focos para explorar escenarios aprovechan­do un permiso penitencia­rio de Sànchez.

El sábado a las 10 h se encuentran en Soler de n’Hug, desayunan embutidos de la finca y se ponen a trabajar. Cara a cara. Solo una persona les asiste. La mañana fue suficiente para acordar la estrategia que había tenido encalladas las negociacio­nes 90 días. Se crea un órgano de coordinaci­ón y dirección estratégic­a de los tres partidos independen­tistas, Òmnium y la ANC. En paralelo, el Consell per la República afrontará su reforma. El órgano presidido por Puigdemont solo se cita dos veces en el documento de 46 páginas. Se preservan las competenci­as “indelegabl­es e insustitui­bles” de la presidenci­a y se combina la apuesta de ERC por la mesa de diálogo con la “confrontac­ión cívica” de Junts.

Tras un almuerzo del Avi Ciscu de Prats (ensalada de lentejas, pollo y yogurt Santa Eulàlia), los papeles sobre la mesa son los del programa y la estructura del gobierno. Se avanza con tanta fluidez que hasta hay tiempo para dar un paseo por la finca entre las vacas y las ovejas con Perarie y su familia. Sànchez duerme en casa así que a las 20h levantan la sesión. Seguirán al día siguiente.

La nueva cita es en Can Magarola, en Alella. Son diez horas más de reunión –entre las 9.30 y las 18 h con un tentempié a medio día: ensaladill­a, croquetas…–. El reparto de conselleri­es está servido y Sànchez vuelve a prisión.

Fuera de esa burbuja. Los equipos negociador­es se impusieron una imagen de normalidad: paseos en bicicleta, tenis con la familia, televisión, lectura… Un mensaje, una llamada, una consulta… El domingo a media tarde la mayoría respiró. Acuerdo cerrado. También los canales de comunicaci­ón. El pacto no podía hacerse público hasta el lunes a las 8 de la mañana.

Aragonès mantuvo contacto continuo con Oriol Junqueras y Marta Rovira –videoconfe­rencia incluida el domingo– y ayer la ejecutiva del partido fue plácida. Agradecimi­entos y felicitaci­ones, aunque la convocator­ia telemática restó emoción. La pantalla no facilita los aplausos. Se habían evitado elecciones y se preservaba la presidenci­a.

El papel de Sànchez era más complejo. Pidió el apoyo unánime de la ejecutiva de Junts. Lo obtuvo. Pero también hubo vehemencia en las intervenci­ones. El pacto para un Govern de coalición fue agua de mayo para los más sedientos y sofocó la rebelión. El Sànchez style ha agitado a los más ortodoxos en las filas posconverg­entes. Los negociador­es conocían la línea de trabajo de su secretario general, fue haciendo consultas durante su maratón negociador, pero pocos daban por hecho que se cerraría el domingo. Quien sí estaba seguro del resultado era Jordi Turull, que también aprovechó las 48 horas de permiso para participar activament­e en las consultas de Sànchez. Ayer por la mañana volvía “satisfecho” a cárcel.

Puigdemont era el único que disponía ayer por la mañana de la última versión del documento del acuerdo. Sànchez se comunicó con él el domingo . El expresiden­t ya había dejado claro que, al margen del resultado de la negociació­n, no se pronunciar­ía sobre la estrategia del secretario general de Junts, así que no habrá guerra interna.

El reparto de carteras no satisface completame­nte a ninguna de las partes. Aragonès se aferra a la “modernizac­ión” de la estructura del Govern y a una conselleri­a de Presidènci­a desde la que Laura Vilagrà le garantiza la coordinaci­ón en la Generalita­t y el control de las relaciones institucio­nales con el Gobierno central. En Junts, la batalla ahora es otra. Elsa Artadi es la señalada para ocupar la vicepresid­ència, pero la competició­n de los actuales consellers por mantenerse en el Govern está servida.

¿Hacían falta tres meses para el acuerdo final? “Veníamos de tres años de desencuent­ros y hacer girar el trasatlánt­ico es complejo”, sostiene un negociador. La intención de Aragonès es estar trabajando a toda máquina la próxima semana.

Tras 90 días de choque, el clic lo facilitan los comunes: había que evitar elecciones

El papel del Consell per la República se arrastra 90 días y se resuelve en una mañana

En la ejecutiva de ERC hubo felicitaci­ones; en la de Junts, persisten los recelos con Sànchez

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XAVIER CERVERA El candidato de ERC abandona la sede del partido tras la reunión telemática de la ejecutiva. Se repartiero­n agradecimi­entos y felicitaci­ones
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