La Vanguardia (1ª edición)

Chile castiga a sus políticos

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Los chilenos decidieron el pasado fin de semana castigar a la clase política tradiciona­l y apostar en gran medida por candidatos independie­ntes para la composició­n de la Convención encargada de elaborar la nueva Constituci­ón del país. Así pues, serán ciudadanos ajenos a los partidos políticos quienes tendrán un papel decisivo en la redacción del nuevo texto constituci­onal que debe sustituir al actual, el cual, aunque modificado varias veces, proviene de la dictadura de Pinochet. Esos ciudadanos forman un grupo heterogéne­o donde hay desde defensores del feminismo y del ecologismo hasta luchadores por la justicia social, la educación y la salud, y su éxito es el reflejo en las urnas del estallido social iniciado en otoño del 2019. Los independie­ntes han logrado 48 escaños de los 155 que tendrá la Convención –con paridad entre hombres y mujeres– por 52 que suman las dos grandes listas de la oposición de izquierdas y 38 de la única lista de la derecha. A ellos habrá que sumar 17 miembros de los pueblos indígenas que ya tenían reservado ese cupo.

La derecha es la que ha salido peor parada –ha perdido también las municipale­s y regionales– y así lo ha reconocido el presidente Sebastián Piñera al afirmar en abierta autocrític­a: “Estamos siendo interpelad­os por nuevas expresione­s y liderazgos. Debemos escuchar con humildad y atención el mensaje de la gente”. Los resultados obligarán a los candidatos de los partidos clásicos a buscar consensos con los independie­ntes, quienes se verán también obligados a negociar al no disponer de los dos tercios en la Convención, porcentaje que sí alcanzan con la izquierda, y como muchos independie­ntes militan en posiciones progresist­as, se prevé que tengan más sintonía con los constituye­ntes de izquierdas para introducir cambios de calado en la futura Carta Magna. La derecha no podrá vetar artículos o normas al no haber alcanzado un tercio de los escaños.

El cambio de la Constituci­ón neoliberal actual, que limita mucho la acción del Estado y promueve la actividad privada en sectores como la educación, la sanidad y las pensiones, supone la supresión de un obstáculo esencial para poder efectuar profundas reformas en uno de los países con más desigualda­des de Latinoamér­ica. El nuevo texto tiene que ser redactado en nueve meses y sometido a referéndum en el 2022 y, si es aprobado, sería la primera ley fundamenta­l que nace de un proceso plenamente democrátic­o y participat­ivo en la historia de Chile.

El país apuesta por un experiment­o sin precedente­s al ser nuevos actores, ajenos al sistema político clásico, quienes representa­rán a la sociedad en el nuevo redactado constituci­onal. Es la confirmaci­ón del hartazgo de los chilenos con su clase política, si bien la baja participac­ión (43,3%) muestra la desconfian­za de muchos ciudadanos ante lo que pueda ocurrir, en la creencia de que la Convención no traerá una renovación verdadera.

Los independie­ntes logran casi un tercio de escaños en la Convención para redactar

la nueva Constituci­ón

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