“La revisión me la hace Maite; yo en Suiza, ni me entero”

Pilar Hidalgo vive en Suiza, cerca de Sion, y es una de las primeras pacientes con un desfibrilador en control remoto en el hospital de Sant Pau. Lo lleva desde que en el 2009, saliendo del agua y subiendo a la bici (era triatleta) se encontró mal, los músculos dejaron de responderle y la sangre dejo casi de fluir. “Respondía a las preguntas de los médicos con las manos, durante esos 45 minutos que tardaron en ver qué me pasaba: no podía ni hablar”. Una arritmia que le apeó del deporte de competición y le llevó a los quirófanos y a los aparatos que dan descargas en el corazón para que no te mueras. “Me cambiaron la pila hace tres años y ahora me tienen que sacar los cables porque uno tiene una fisura. Aún funciona el DAI (el aparato que lleva en el pecho) pero tendrán que hacerme una operación arriesgada. Mejor no pienso. El control remoto me da absoluta seguridad sin que apenas me entere. Las revisiones las pasa mi aparato a través de las emisiones que recibe Maite, mi enfermera. Ella lo sabe todo, me conocen como nadie, y yo casi estoy al margen, a lo mío. De vez en cuando mi marido me invita a mirar cómo van mis gráficas. Un día me llamaron para ver qué había hecho el día anterior a tal hora. Estaba corriendo. Recibieron una alerta por unas descargas suavitas. Yo no me había enterado”. Y así quiere vivir. El aparato solo le dio un golpe fuerte una vez. “Estaba corriendo en medio de unos viñedos cerca de Sitges. Volé por los aires. Fue brutal. Imagino que se debe parecer a un rayo. Muy desagradable. Pero me salvó la vida”. En este tiempo de convivencia con su desfibrilador es muy consciente de que tiene un corazón raro, pero el sistema le da la seguridad suficiente para seguir esquiando, corriendo, llevando un negocio de productos de aceite de oliva en Suiza, incluidos cosméticos y artesanía de madera de olivo, trabajar a media jornada en una pastelería y tener una hija a punto de cumplir 7 años.