La Vanguardia (1ª edición)

Bernal y Evenepoel disputan un esprint de tres segundos

- XAVIER G. LUQUE

Que el Giro de Italia es distinto, que tiene una personalid­ad aparte, nadie lo pone en duda. En el punto menos pensado puede saltar la sorpresa, incluso para los propios ciclistas, que ayer se debían preguntar “y a estos, ¿qué mosca les ha picado ahora?”.

Así sucedió en la décima etapa, de L’Aquila a Foligno, un recorrido de 139 kilómetros que pintaba a esprint y tuvo esprint. Ganó Peter Sagan por delante de Fernando Gaviria. Pero antes...

La carrera transcurrí­a dentro de lo previsible. Una fuga de inicio, en concreto de cinco corredores sin trascenden­cia para la general. Un ritmo sostenido de los equipos con aspiracion­es de esprint, que ya no están para bromas. “Poca renta y siempre a tiro, que no nos la jueguen esos cinco”, pensaron. A unos 40 kilómetros de la meta ya no había escapados y en un alto de cuarta, el Vallico della Somma, el Bora imprimió una marcha más, para eliminar a los velocistas puros y dejarle la llegada al dente a Sagan.

Y de repente, en el esprint bonificado que se situaba a 17,8 kilómetros del final, toque de corneta. Filippo Ganna se lanzó a toda velocidad con el líder Egan Bernal a rueda, preparándo­le el esprint al colombiano que podía así arañar tres segundos. Un zafarranch­o descomunal por tres segundos. Cuando vio la jugada, reaccionó Remco Evenepoel y se pegó un calentón tremendo para alcanzar al dúo del Ineos y además colocarse por delante. Los tres segundos se los llevaría él, faltaría más. Pero tampoco. Entonces el Ineos sacó otro as de la manga, el ecuatorian­o

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain