Bernal y Evenepoel disputan un esprint de tres segundos
Que el Giro de Italia es distinto, que tiene una personalidad aparte, nadie lo pone en duda. En el punto menos pensado puede saltar la sorpresa, incluso para los propios ciclistas, que ayer se debían preguntar “y a estos, ¿qué mosca les ha picado ahora?”.
Así sucedió en la décima etapa, de L’Aquila a Foligno, un recorrido de 139 kilómetros que pintaba a esprint y tuvo esprint. Ganó Peter Sagan por delante de Fernando Gaviria. Pero antes...
La carrera transcurría dentro de lo previsible. Una fuga de inicio, en concreto de cinco corredores sin trascendencia para la general. Un ritmo sostenido de los equipos con aspiraciones de esprint, que ya no están para bromas. “Poca renta y siempre a tiro, que no nos la jueguen esos cinco”, pensaron. A unos 40 kilómetros de la meta ya no había escapados y en un alto de cuarta, el Vallico della Somma, el Bora imprimió una marcha más, para eliminar a los velocistas puros y dejarle la llegada al dente a Sagan.
Y de repente, en el esprint bonificado que se situaba a 17,8 kilómetros del final, toque de corneta. Filippo Ganna se lanzó a toda velocidad con el líder Egan Bernal a rueda, preparándole el esprint al colombiano que podía así arañar tres segundos. Un zafarrancho descomunal por tres segundos. Cuando vio la jugada, reaccionó Remco Evenepoel y se pegó un calentón tremendo para alcanzar al dúo del Ineos y además colocarse por delante. Los tres segundos se los llevaría él, faltaría más. Pero tampoco. Entonces el Ineos sacó otro as de la manga, el ecuatoriano