La inmensa mayoría de los escoceses quieren un nuevo referéndum en el futuro, pero no de manera inmediata
todo el futuro por delante, sino más bien el de una vieja leona un poco cansada de batallar en la jungla de la política británica que empieza a pensar en pasar el relevo.
El problema del SNP (Partido Nacional de Escocia) es precisamente que no tiene a nadie a quien pasar el bastón. La principal candidata es la ministra de Finanzas Katie Forbes, de 31 años, licenciada por Cambridge pero cuyas creencias religiosas conservadoras pueden constituir un problema. Otros nombres que suenan son los de tres miembros de la vieja guardia como Ian Blackford (60 años, líder del grupo parlamentario en Westminster), John Swinney (57 años, que ya lideró el partido entre el 2000 y el 2004, y Joanna Cherry (55 años, fiel a Alex Salmond), y el del titular de Sanidad, Humza Yousaf (36 años), a quien no le faltan ni ambición ni enemigos.
Lo cierto es que ninguno de ellos es particularmente popular entre las bases del SNP, que este fin de semana celebra su conferencia anual. Un 84% quiere que Sturgeon siga (deseo que comparte incluso un 40% de los votantes laboristas), y un 53% dice que, en caso de que se vaya, no tiene la más mínima idea de a quién votaría. La lideresa de Escocia es más imprescindible que nunca, justo cuando da indicios de estar emocionalmente cansada.
Aunque Sturgeon se ha marcado el objetivo de llevar al país a un nuevo referéndum de independencia antes de que acabe el 2023 (suponiendo que la pandemia se pueda dar por liquidada), en su camino se interponen dos grandes obstáculos: la negativa de Boris Johnson a concederlo, y el poco apetito de los escoceses (incluidos la mitad de los seguidores del SNP) para debatir otra vez la cuestión de la soberanía. La mayoría prefiere que sus dirigentes dediquen las energías a problemas como la sanidad, la educación, las drogas, el cuidado a los mayores, la atención infantil, la evolución hacia una energía verde, la innovación tecnológica, la construcción de viviendas asequibles, la creación de zonas de baja emisión de ozono en Glasgow, Aberdeen y Edimburgo... La soberanía figura en el octavo lugar de las preocupaciones de la gente.
El apoyo a la independencia superó de una manera sostenida el 50% al comienzo de la pandemia, cuando los escoceses consideraron que su gobierno la estaba gestionando mucho mejor que el de Londres. Pero tras la victoria rotunda de Sturgeon y el SNP en las elecciones autonómicas, es como si el suflé hubiera bajado y el interés de los votantes se hubiera trasladado a otros asuntos. En el último sondeo la permanencia en la Unión ganaría por un 53% a 47%, un resultado no muy diferente del que se registró en el 2014 (55 a 45), y la primera ministra cree que haría falta una clara mayoría a favor del sí antes de jugárselo todo en las urnas, y que una clara mayoría soberanista en Holyrood no es garantía de una victoria. Y no quiere ser ella la que haga que la causa a la que ha dedicado su vida se esfume como ha ocurrido en Quebec.
“No tengo ninguna intención de irme antes de acabar la legislatura”, dice la reina de la política escocesa. Lo que no ha hecho otra cosa que aumentar las dudas.c