La Vanguardia (1ª edición)

De regreso a Times Square

- I S P V ÓI Nueva York. Correspons­al

Después de la pandemia, mejor dicho, después de pasar de la existencia de la pandemia –como una ola que viene y va, sigue presente–, Times Square vuelve a parecerse a Times Square.

El vivo retrato de lo que era, a pesar de que aún falta algo de peso, de humanidad, tras el confinamie­nto por la covid.

Según como se mire, este “cruce de caminos” es un horror para muchos neoyorquin­os, un gran negocio y una forma de ganarse el sueldo para otros, una fuente de ingresos extraordin­aria para la metrópolis y, sin duda, la marca global que mejor resume lo que significa el turismo de masas.

Y todos los pecados que se atribuyen a esa masificaci­ón en el desmoronam­iento del tejido social y urbano. Como si Ignatius J. Reilly, el singular antihéroe de La conjura de los necios de John Kennedy Toole, se apostara a tomar notas en la calle 44 con la Séptima Avenida, “estudiando a la multitud en busca de signos de mal gusto en el vestir”, y detectara con su radar “ofensas a la decencia” que desvelan “la falta de teología y de geometría de una persona”.

Ignatius precisaría hoy un montón de libretas y una aplicación de traducción simultánea.

Times Square, que escenifica como ningún otro lugar el retorno a la nueva normalidad en la llamada capital del mundo, es como una ciudad dentro de la ciudad. Dispone de una muralla virtual que los lugareños solo traspasan por cuestión laboral, teatral (en su territorio reside el distrito escénico de Broadway) o simplement­e en tránsito.

Esa actitud de mirar hacia otro lado contrasta con la efusiva felicidad de los visitantes.

Ahí está Fiona McGettigan, que exhibe una risa expansiva y contagiosa. Ya se ha fotografia­do con King Kong y ahora posa con un par de Minnies.

Es una debutante. Fiona jamás había cruzado el Atlántico. Procedente de Irlanda del Norte, de la localidad de Strabane, no hace ni tres horas que aterrizó en la Gran Manzana.

Ha ido al hotel y de inmediato se ha venido a disfrutar de este espectácul­o de luz y ruido, acompañada por la multitud.

“Es lo primero que quería visitar”, confiesa. “Lo había visto en televisión, pero es mejor de lo que esperaba”, responde.

“Desde luego que hay muchos neoyorquin­os a los que no les gusta”, admite Regina Fojas, vicepresid­enta de la organizaci­ón Times Square Alliance, “Antes de la pandemia había problemas para caminar por este lugar”, reconoce. Y, sin embargo, “es un icono en el que la gente quiere estar y visitar, seas de Brooklyn, de Ohio o de Barcelona”. Han regresado los palos de las selfies.

“Durante la pandemia –analiza Fojas–, en las páginas de los diarios se reiteraron las fotos de Times Square vacío, era dramático y simbólico que esa fuera la visión del virus. Eso subrayó lo importante que es”.

El viaje, en realidad, Fiona lo programó para el pasado año. Era el regalo de su 50 cumpleaños. El cierre por el coronaviru­s obligó al aplazamien­to. “Sabía que este día llegaría”, exclama.

Estados Unidos reabrió el pasado 8 de noviembre sus fronteras a una treintena de países (incluidos los de la Unión Europea y Reino Unido), con la exigencia de la vacuna y un test negativo. “Esta fecha es un hito en nuestra recuperaci­ón”, señala

A la espera del efecto de la nueva variante, las colas vuelven a la Gran Manzana tras el vacío pandémico

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