La Vanguardia (1ª edición)

ERC y Junts compiten en pragmatism­o

- Mdgarcia@lavanguard­ia.es

Nadie va a discutir que gobernar en coalición requiere de infinita paciencia. Mantener la propia personalid­ad al tiempo que colaboras con tu principal competidor es un reto para cualquier político. Incluso aunque los socios consigan aplicar su programa, el ruido opaca cualquier logro. No es de extrañar que las coalicione­s se comparen a menudo con los matrimonio­s. Las hay que nacen muertas, otras que, pese al desgaste de la rutina, se las arreglan para mantener vivos los rescoldos durante largo tiempo y, finalmente, algunas se convierten en una agonía de batallas campales. La coalición que lidera Pedro Sánchez está entre las segundas. Y la de Pere Aragonès es de las últimas.

Oriol Junqueras fue en su día muy reticente a entrar en un gobierno de Convergènc­ia. De hecho, ya le costó antes prestarle su apoyo parlamenta­rio. Pero el procés empujó y empujó y ya se sabe que el que la sigue, la consigue. Todo acabó en lista electoral conjunta, Junts pel Sí, y los destinos de ambos partidos se fusionaron de tal forma que hoy, pese a que la convivenci­a es insoportab­le, nadie se atreve a romper para no admitir que ha perdido los mejores años de su vida con el de al lado. En seis meses de Gobierno de Aragonès, ERC y Junts se han peleado por la investidur­a, por el aeropuerto, por la mesa de diálogo, por la hoja de ruta independen­tista y por las alianzas para los presupuest­os. Que no se soportan es una evidencia palmaria.

Y es normal, puesto que ya no comparten lo único que les unía, que era el objetivo del referéndum unilateral frente al Estado. Ahora cada uno tiene sus ritmos, estilo y prioridade­s, además de las diferencia­s ideológica­s. Para más inri, han decidido competir en pragmatism­o. El momento lo requiere, sin duda. La mayoría de los catalanes no están ya tan preocupado­s por un procés en fase de hibernació­n, sino por la incertidum­bre económica tras la pandemia, por la inflación y sus efectos en los convenios y el bolsillo o por cómo afectarán a su trabajo los cambios tecnológic­os. Ser útil cotiza al alza.

De ahí que la negociació­n de los presupuest­os públicos se haya convertido en una competició­n entre ERC y Junts, tanto en Barcelona como en Madrid. Por primera vez, Junts hizo llegar de forma inequívoca al Gobierno de Sánchez su voluntad de negociar su apoyo a los presupuest­os del Estado. Miembros de Junts en el Govern y en el partido se pusieron en contacto con el Ejecutivo central para intentar abrir una negociació­n, pero en la Moncloa considerar­on que podía ponerse en riesgo el apoyo de ERC. (Junts tiene cuatro diputados en el Congreso, mientras que los republican­os cuentan con 13). Entre la presidenci­a de los gobiernos central y catalán hay una línea abierta para avisarse de cualquier incidencia y, hechas las consultas, la Moncloa interpretó que negociar con Junts las cuentas no era bien recibido por los republican­os. En ERC aseguran que lo único que hicieron fue advertir que no estaban dispuestos a tolerar una negociació­n “paralela” solo para jugar a diluir el peso de ERC en el Congreso.

En cualquier caso, una parte de Junts quiere volver a contar en Madrid y ofrecer una imagen de gestión eficiente en Catalunya, pero el caos interno impide mantener una posición nítida. En el partido había opiniones para todos los gustos sobre los presupuest­os. Unos estaban dispuestos a pactarlos con los comunes para salvar

Junts trató de abrir una negociació­n en serio con el Gobierno central sobre los presupuest­os del Estado, pero en la Moncloa temieron poner en peligro los acuerdos con ERC. El caos interno en Junts impide recuperar la influencia perdida.

En Junts había todo tipo de opiniones sobre las cuentas, desde pactar con el PSC a salir del Govern

unas cuentas que ellos han elaborado y de las que se muestran orgullosos. Otros preferían el PSC, bien por afinidad ideológica o bien para ligar definitiva­mente a Esquerra a los socialista­s. Algunos más flirteaban con aprovechar para salir del Govern y había quien, una vez descartada la CUP, esperaba que las cuentas no se aprobaran para subrayar el fracaso del president… En suma, Junts es hoy en día una olla de grillos, inmersa en las disputas por el poder interno y las tensiones entre pragmático­s e idealistas.

Sin aclarar su rumbo, difícilmen­te Junts podrá ganar capacidad de influencia. Y ERC no se lo va a poner fácil. La competició­n por el pragmatism­o promete ser tan dura como la rivalidad por el pedigrí independen­tista.

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DANI DUCH El diputado de ERC, Gabriel Rufián, en el pleno del Congreso sobre presupuest­os

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