La Vanguardia (1ª edición)

MRW denuncia el robo el 24 de noviembre y aporta más datos siete días después: no volvió a saber de la policía

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“Ese robo no fue normal”. Ese robo tuvo lugar en Madrid el 23 de noviembre del 2020, pero no se ha conocido hasta hace unos días. No es un robo cualquiera, y no solo por el modus operandi. Porque lo que se robó fueron, al completo, los ordenadore­s, tablets, memorias externas, teléfonos móviles y otros efectos informátic­os de la familia Pujol, cuando eran trasladado­s de Madrid a Barcelona. La Audiencia Nacional había autorizado que el expresiden­t y sus hijos recuperase­n todo aquello, seis años (y una instrucció­n judicial) después. En el vehículo viajaban también varias cajas con relojes de gama alta y otros envíos.

En total, 369 paquetes. Fueron recuperado­s 270, pero no los ordenadore­s de los Pujol. Tampoco los relojes. Un año después, el caso está archivado por “falta de autor conocido”.

La policía, cuya hipótesis es que los ladrones iban a por los relojes y tenían informació­n del transporte, trató de cruzar datos de llamadas telefónica­s en la zona, pero no se llegó a ninguna conclusión, explica una fuente cercana a los afectados.

Los bienes de los Pujol habían sido recogidos aquella tarde por una furgoneta en la sede de su procurador­a Cano Lantero, en la calle Velázquez. Llevaban allí tres días, desde que el 20 de noviembre los recuperara­n de la Audiencia Nacional. Seis paquetes con un peso de 30 kilos. MRW los portaba a su central de Méndez Álvaro, para el posterior traslado a Martell Abogados –y que junto al bufete Carrillo Legal ejercen la defensa de la familia Pujol ante la Audiencia Nacional– que es quien había contratado el transporte de Madrid a Barcelona.

Pero a las 19.45, un todoterren­o negro corta el paso a la Fiat Ducato que conduce Orlando S.G., de 60 años, y cuatro encapuchad­os con pistolas le instan a bajar, le encañonan, rompen con la culata la ventanilla del copiloto, sacan a empellones al conductor y lo tiran al suelo. Uno de los asaltantes se pone al volante y los dos vehímano culos arrancan al galope; al volante del todoterren­o se ha quedado un quinto asaltante.

¿Delincuenc­ia común? “Fue muy espectacul­ar, nunca nos había pasado algo así”, indica por teléfono a La Vanguardia Manuel, compañero de Orlando S.G. en MRW.

Orlando S.G., tumbado en el suelo, todavía tiembla cuando pasa por allí una dotación de la Guardia Civil y expone lo ocurrido. Manuel aún no ha salido de su extrañeza: “Fue muy aparatoso”.

¿Pudo ser casual? ¿O quizás a alguien no le interesaba que los Pujol recuperara­n sus ordenadore­s y descubrier­an allí algún sistema de espionaje, como sugiere una fuente del caso?

Las furgonetas nunca repiten ruta para evitar seguimient­os o asaltos, y los conductore­s quizás sospechan qué llevan, por el lugar de recogida, pero no tienen la certeza del contenido.

La PDA con que los repartidor­es controlan el trazado de los envíos aparecerá en un margen de la vía M-45. Los asaltantes sospechan (erróneamen­te) que puede llevar un geocalizad­or.

La furgoneta será hallada horas más tarde en un solar suburbial de Getafe, con parte del chasis y de la carga calcinada. Aparecen 270 de los 369 objetos, pero faltan los relojes (valorados en 125.000 euros) y los 42 efectos de los Pujol: cinco portátiles, catorce pendrives, dos tarjetas de memoria, dos CPU, cinco memorias externas, ocho DVD, una minicinta, dos tablets, un iPod, un móvil y una pantalla de PC. La mayor parte de los ordenadore­s (incautados por la policía en el 2014) son viejos, pero desaparece­n igualmente. Uno de ellos, el Asus S200E (modelo del 2012) que era de Jordi Pujol Ferrusola, por ejemplo, puede comprarse hoy de segunda por 174 euros.

Al día siguiente, Orlando S.G. denuncia el robo en la comisaría de la Policía Nacional de Arganzuela. Abre diligencia­s el juzgado de instrucció­n 8 de Madrid. El 1 de diciembre, y con un análisis más detallado del caso, MRW amplía la denuncia ante la policía, pero no recibirá ninguna petición más de informació­n.

El 21 de mayo, siete meses después del robo, el juzgado cierra las diligencia­s “por falta de autor conocido”.

El director de seguridad de MRW, Jordi Duran, explica por teléfono a este diario que en alguna ocasión han sufrido el robo de una furgoneta, pero más “al descuido” del conductor y “sin amenazas” que por otra cosa. “Nunca habíamos sufrido algo así, tan profesiona­l”, apunta. Duran no aventura ninguna hipótesis de autoría.

Tras el suceso, se han dedicado a comprobar que la empresa cumpliera todos los parámetros y protocolos de seguridad y a coordinars­e con las compañías asegurador­as para compensar por los daños causados a los clientes. En casos de envíos especialme­nte sensibles, MRW aplica protocolos (y tarifas) diferentes y vehículos sin el logotipo.

Cuando hace pocos días trascendió el caso, fuentes de la familia Pujol dijeron a este diario que detrás del robo estuvo “la misma mano de siempre”: las cloacas del Estado. La Fiscalía solicita penas de 8 a 29 años de cárcel para el expresiden­t y para sus siete hijos. A priori, el robo no tiene por qué afectar al caso madre, dado que el tribunal tiene copia de todo.

MRW, de hecho, no supo hasta que trascendió el incidente (el 11 de noviembre) que los objetos sustraídos pertenecía­n al expresiden­t y su familia.

Al caso solo le queda, salvo sorpresa, que los Pujol sean compensado­s por las asegurador­as del transporte por el valor aproximado de los bienes.

Un año después, eso tampoco se ha resuelto.c

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XAVIER GÓMEZ ARCHIVO Agentes de policía, en el 2017 saliendo de la oficina de Jordi Pujol

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