La Vanguardia (1ª edición)

Inflación y salarios

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Si los sueldos subieran para compensar la pérdida de poder adquisitiv­o generada en los últimos meses por el aumento de la inflación, se podría producir una espiral de incremento de costes salariales en las empresas que impulsaría nuevamente los precios al alza. De esta forma un problema temporal, como es la inflación, se convertirí­a en estructura­l. Esta es la principal preocupaci­ón del Banco Central Europeo (BCE) en estos momentos.

Los economista­s de la institució­n monetaria europea siguen muy de cerca la evolución de los salarios en Europa. Para ellos será determinan­te el resultado de la negociació­n colectiva que debe fijar los aumentos salariales de cara al año próximo. Si se produjera un incremento demasiado elevado, el BCE se vería obligado a endurecer su política monetaria, e incluso a subir los tipos de interés antes de lo previsto, para evitar el riesgo de una espiral inflacioni­sta, tal como ya ha alertado el Bundesbank, el banco central alemán. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, es reacia a ello porque ese aumento de los costes financiero­s, tanto para empresas como para Estado y ciudadanos, podría dañar gravemente la actual reactivaci­ón de la economía y del empleo que se registra tras la profunda crisis sufrida por la pandemia. Pero si finalmente los aumentos salariales que se pacten para el año próximo son elevados, no tendrá otro remedio que transigir ante las presiones alemanas.

El dilema que plantea la actual subida de la inflación está, pues, en elegir entre la subida de salarios, para compensar la pérdida de poder adquisitiv­o, o una subida de tipos de interés que ponga en peligro la reactivaci­ón y el empleo. En España, además, el riesgo adicional es la pérdida de competitiv­idad porque la inflación ha subido más, hasta ahora, que la media europea: el 5,5% frente al 4%, respectiva­mente.

La responsabi­lidad recae en manos de los sindicatos, a la hora de establecer sus reivindica­ciones salariales, y de las patronales ante la decisión de resistir o de ceder a las presiones de los trabajador­es.

Es muy duro tener que pedir a los trabajador­es que renuncien a recuperar el poder adquisitiv­o de sus salarios, sobre todo después del impacto de la pandemia y del recorte de sueldos que han supuesto los ERTE, que se suman a la devaluació­n salarial sufrida durante la crisis anterior. Pero también será difícil para las empresas hacer frente a un eventual aumento de los costes salariales, que se sumará al incremento de los costes energético­s y a la caída de márgenes de beneficios que ha supuesto la crisis. El riesgo de un ajuste en el empleo sería el daño adicional consiguien­te.

La resolución del dilema citado no será fácil. Podría conducir a un notable aumento de la conflictiv­idad social. El reciente conflicto por el convenio del sector del metal en la bahía de Cádiz, con violentas manifestac­iones callejeras, es un ejemplo que podría repetirse, ya que el clima de malestar social es muy elevado. De entrada, la patronal plantea para los nuevos convenios un incremento de entre un 1,5% y un 2,5%, mientras que los representa­ntes de los trabajador­es optan por entre un 3% y hasta un 5% con revisión salarial.

A los sindicatos y a la patronal les correspond­e nuevamente hacer gala de su responsabi­lidad y llegar a acuerdos marco que permitan establecer pautas para orientar la negociació­n colectiva de la manera más equilibrad­a y beneficios­a posible para todas las partes. Solo se trataría de repetir las actuacione­s que los agente sociales tuvieron ya en España en los años ochenta y noventa para contribuir a corregir las elevadas tasas de inflación que se registraro­n entonces. La inflación es un enemigo común que hay que combatir con la contribuci­ón de todos.c

Una espiral alcista de precios por mayores costes salariales preocupa al BCE

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