La Vanguardia (1ª edición)

Tiempo de otoño

- Joan Planellas

Todas las estaciones del año tienen su belleza, pero el otoño tiene una belleza especial que no siempre sabemos captar. Tras la exuberanci­a de la primavera y el esplendor del verano, el otoño nos muestra la cara menguante de la naturaleza. El verde lleno de vida de la primavera y el rojo de plenitud del verano dejan paso al amarillo amortiguad­o del otoño, preludio del invierno: hojas secas que forman una alfombra, campos labrados a la espera de la siembra, flores mustias sin aroma.

Sin embargo, la naturaleza menguante del otoño tiene una belleza reflexiva, preludio de una nueva vida. Si la primavera nos invitaba a salir y a disfrutar de la naturaleza naciente, el otoño nos invita a recogernos y a pensar, como si la propia naturaleza nos ofreciera esta oportunida­d. Porque toda reflexión necesita recogimien­to y serenidad. Son tantas las cosas que podemos pensar en la intimidad de nuestra singular existencia, que a menudo nos pasan desapercib­idas por su banal cotidianid­ad: la belleza de los bosques de

Arzobispo de Tarragona y primado colores variados, el dulce latido de la lluvia suave, el rumor del viento que sopla, el descanso merecido después del trabajo estival, el calor del hogar cerca del fuego, la memoria de los que han muerto, la esperanza de los que nacerán...

Alguien puede pensar que el mundo que seguía el orden de la naturaleza ha sido engullido por la era industrial, que ha acabado imponiéndo­nos su ley. Ya no hay contacto directo con la naturaleza, vivimos en aglomeraci­ones urbanas que nos sumergen en el anonimato, nos desplazamo­s a velocidade­s supersónic­as que nos impiden disfrutar de lo que vemos u oímos. El hombre ha quedado dislocado en el mundo que lo rodea, por utilizar la expresión del filósofo Nicolas Grimaldi. Y, a pesar de todo, el sigue buscando aquello que lo hace más humano y se sigue formulando las preguntas de siempre. ¿Cómo podemos volver a disfrutar de una vida más humana sin poner en cuestión los progresos que la humanidad ha logrado?

No hay que renunciar ni a la ciencia ni a la técnica, tan solo se las ha de poner en su sitio. Tienen que estar al servicio del hombre, y no al revés. La producción no se tiene que regir solo por el rendimient­o económico, sino por el bienestar de la humanidad. No siempre hay que renunciar a los progresos de la ciencia y de la técnica, pero sí que tenemos que ser capaces de desistir

¿Cómo disfrutar de una vida más humana sin poner en cuestión los progresos?

al uso indebido que hacemos. Cambiar de manera de vivir para hacer un mundo más humano no es ir contra el progreso, sino contra los intereses de algunos y el hedonismo de otros que solo piensan en sí mismos sin tener en cuenta el resto.

Ahora que, en tiempo de otoño, los cristianos iniciamos también el Adviento, la espera de una vida nueva, estamos invitados a confrontar nuestros hábitos con la pobreza, la sencillez y la humildad del misterio de la Encarnació­n. Estamos invitados a reflexiona­r sobre la manera de obrar de nuestro Dios. En el silencio del otoño y en la espera del Adviento. Como decía el poeta Josep M. de Segarra, “todos los caminos van a Roma, pero no a Belén!”.

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