La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona, ‘sex and the city’

- Miquel Molina @miquelmoli­na / @mmolina@lavanguard­ia.es

La joven aterriza en El Prat, donde la recoge un chófer que la pasea por lujosos vecindario­s de Barcelona y alrededore­s. Su misión es fingir que es prostituta para, en un descuido de los clientes, acceder a sus ordenadore­s y hackearlos. Son cuatro o cinco escenas mal contadas de sexo con sometimien­to. El título de la película es Una noche en Barcelona.

La joven llega a la capital catalana para cursar un Erasmus. Tras los consabidos planos frente a la Catedral o el hotel W, la protagonis­ta es invitada a fiestas en las que las mujeres son pura mercancía. El título de la película es Erasmus Orgasmus 2.

Ambos filmes se emiten en plataforma­s de sexo para adultos. Son solo dos ejemplos de hasta qué punto se asocia Barcelona con el turismo sexual de pago.

Barcelona, pese a no ser la única ciudad que arrastra este estigma, se significó en los años previos a la pandemia como un destino global de alquiler de sexo. El vacío legal; la extrema tolerancia con los clientes (perseguido­s en países como Francia); el efecto llamada de los grandes congresos y el auge de la oferta de desenfreno con final feliz creaban un terreno abonado para la industria del tráfico de mujeres.

Ahora, el sistema prostituci­onal, como lo define la activista Amelia Tiganus, intenta reanudar ese negocio adaptándos­e al nuevo entorno de la pandemia: más pisos y menos calle. Eso, que puede dificultar la lucha de la policía contra las redes de trata, por la menor visibilida­d del problema, ha dado pie a que desde algunos sectores vuelva a reivindica­rse la regulación de la compravent­a de sexo.

En paralelo, sin embargo, el Gobierno de Pedro Sánchez se ha comprometi­do a impulsar una ley para abolir la prostituci­ón, en la línea de perseguir a los clientes y no a las mujeres prostituid­as. La iniciativa tiene un futuro incierto por la dificultad

Barcelona es una de las ciudades más respetadas del mundo en lo que se refiere a la defensa de la igualdad y de los derechos civiles. Situar en el centro de sus políticas la abolición de la prostituci­ón debería ser ahora una prioridad.

de recabar apoyos parlamenta­rios, pero es significat­iva por ser la primera vez que el poder político conjuga el verbo abolir con esta rotundidad. Hasta ahora, los avances parlamenta­rios consistían en desactivar los intentos de regulación, además de pactar políticas contra la trata.

La iniciativa de Sánchez, en la que ha insistido esta semana la ministra de Justicia, Pilar Llop, va a provocar que este debate se asome a la larga precampaña municipal barcelones­a. Los socialista­s de

Jaume Collboni –convencido abolicioni­sta– pueden encontrar en la prostituci­ón un argumento que les permita empezar a distanciar­se de los comunes de Ada Colau, que en términos generales son partidario­s de abordar el problema dotando de derechos a las prostituta­s. La intención del PSC es mantener vivo este debate en la esfera política.

Son dos planteamie­ntos legítimos que en el fondo persiguen un mismo fin en una carrera llena de dificultad­es. El abolicioni­smo se enfrenta a un reto gigantesco: la compravent­a de sexo ha existido siempre y es un derecho atávicoeir­renunciabl­e para buena parte de la población masculina. Pero el dilema de los regulacion­istas no es menor: ¿cómo lograr dotar de derechos a esa minoría de prostituta­s que son las que ejercen por su cuenta, sin acabar cometiendo con ello la calamidad de blanquear las prácticas esclavista­s que sufren la inmensa mayoría restante?

Y si desarrolla­mos el argumento: ¿Qué necesidad hay de dedicar tanto esfuerzo a preservar una actividad que en definitiva fomenta la dominación de la mujer por parte del hombre, cuando hay millones de personas en el mundo que ven como sus empleos desaparece­n y se ven abocadas a una reconversi­ón forzosa? ¿Por qué la prostituci­ón no puede ser una actividad obsoleta más, merecedora de ayudas para la introducci­ón en el mercado laboral de las mujeres que la ejercen, como se hace con otros sectores económicos?

De una ciudad como Barcelona, reconocida en el mundo como una de las más activas en causas como el feminismo, el antirracis­mo o la inclusión de las personas LGTBI, cabría esperar un paso al frente en el combate de esta forma de esclavitud. Sin renunciar por ello al sex and the city, a la ciudad lúdica y sensual. Pero sin ánimo de lucro.

El PSC prevé introducir el abolicioni­smo en el debate barcelonés, lo que lo distanciar­ía de sus socios

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POLICÍA NACIONAL La otra cara de la prostituci­ón: dinero incautado a traficante­s de mujeres

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