Luz, cámaras, ¡edificación!
“El mundo no es un ángulo recto”, decía la arquitecta angloiraquí Zaha Hadid (1950-2016). El cine, aunque se proyecte sobre una pantalla rectangular, tampoco. Sus relaciones con la arquitectura –un tema que solemos dejar de lado– están estimulando el debate: este año se celebró en Barcelona el primer festival dedicado al tema, y varios pensadores publican ensayos al respecto.
Alfons Puigarnau, profesor de Estética y Teoría del arte en la Escola d’Arquitectura de la Universitat Internacional de Catalunya (UIC), es autor de Hitchcock. Anatomía del suspense
Ecl –opina–. La diferencia es que el ojo de la cámara no es el ojo humano. Como personajes de ficción, los arquitectos hoy ya no son superhombres todopoderosos y acaudalados, sino que viven los mismos problemas que el resto de la sociedad: también están en el paro o tienen sus servidumbres en los encargos”. A los edificios icónicos clásicos (de la torre Eiffel al Big Ben) se han sumado otros, como la torre Gherkin de Foster en Londres o en Barcelona la torre Glòries de Jean Nouvel. Los superhéroes siguen utilizando la atracción de los edificios, “a veces vistos como entes maléficos”. Gorostiza no se pierde un James Bond, “porque las casas, sobre todo de los malos, son muy interesantes”. Entre los edificios famosos en películas, destaca El quinto poder (2013), con Benedict Cumberbatch, con la estación de LiejaGuillemins de Santiago Calatrava. En Lobezno inmortal (2013), “los protagonistas se refugian en la Nagakin Capsule Tower de Tokio, pero convertida en un hotel para parejas. Otro caso conocido es la ciudad de Seaside, que se convirtió en la ficticia Seaheaven en El show de Truman (1998) con