LA PRÓRROGA
empujar. En un principio, el árbitro, a iniciativa del asistente, anuló la jugada. Sin embargo, el VAR rectificó y validó el gol porque ninguno de los dos neerlandeses estaba adelantado.
Parecía que el Barcelona había hecho lo más difícil dado sus problemas con el gol. Pero lo curioso es que fueron pasando cosas que despistaron a los blaugrana y les alejaron del juego. Primero la lesión de Alba. Después la entrada de Dembélé, que no entendió el sacrificio defensivo que sí tuvo Abde. Y por último, la entrada de Chukwueze, que siempre rinde contra el Barcelona y que encontró facilidades en Mingueza, sustituto de Alba. El nigeriano no perdonó la primera vez que se quedó delante de Ter Stegen.
Cuando peor pintaban las cosas, al Barça se le apareció Memphis... en un pase largo de Ter Stegen. El delantero luchó, ganó el cuerpo a cuerpo a Albiol, regateó a Rulli y aún tuvo la sangre fría de esperar a Estupiñán y colarle la pelota entre las piernas. No pareció para nada un jugador peleado con el gol.
Un penalti transformado por Coutinho cerró un encuentro que el Barça empataba en el 87 y que ganó por 1-3 en su primera victoria como visitante en la Liga.
cEl fútbol es escurridizo como una anguila. Pretender convertirlo en material sujeto a raciocinio resulta a veces hasta gracioso. El Barça de Xavi Hernández, siempre cargado de buenas intenciones, obtuvo su resultado más holgado en su partido más defectuoso e irregular. Arrancó valiente, sufrió después un ataque de generosidad suicida invitando al Villarreal a arrollarle por la banda izquierda (Eric Garcia, falso lateral, perseguía a Moi Gómez por todo el campo), dispuso incluso del favor arbitral en un penalti claro de Piqué no señalado y, finalmente, desatascó el partido gracias a una jugada que es la antítesis del dogma que llega para cambiarnos la vida: pase largo de Ter Stegen y aventura individual de Memphis Depay. Hay algo en lo que el fútbol nunca engaña. La anguila es entonces un koala rechoncho comiendo eucalipto en lo alto de un árbol que se deja ver sin dificultad. Las victorias, y la de ayer era extraordinariamente importante, camuflan las imperfecciones y relajan al ganador. Sientan de maravilla. cha que detrás de la plusvalía millonaria generada por unas cuantas transacciones de jugadores realizadas en los últimos años hay gato encerrado, concretamente “valores incrementados de manera fraudulenta”, actualización eufemística de aquel bochornoso “Chusín, el precio lo pongo yo”. No hace falta ser Sherlock Holmes, ni siquiera el imbécil de Torrente, para recelar de según qué operaciones, pero hay algunas que llevan el cartel de investigables desde que se hacen oficiales. Por ejemplo, el fenomenal trueque Arthur-Pjanic, festival del humor que tasó al primer futbolista en 72 millones de euros y al segundo, en 60, por no hablar del intercambio Alejandro Marqués (hoy en el Mirandés)-Matheus Pereira (sigue en el Barça B), valorados en 8,2 millones y 8, respectivamente. Ambos cambalaches fueron bendecidos bajo el mandato de Bartomeu.
A la espera del resultado de las pesquisas, el asunto supura hoy para recordar que aquellas fechorías siguen repercutiendo sobre el Barça que vemos, sostenido por chavales de la Masia demasiado jóvenes que en condiciones normales exigirían años de paciencia y por futbolistas esforzados que, lejos de la aristocracia, logran desequilibrar un partido muy de vez en cuando. Memphis lo logró ayer. Hasta Coutinho, antiguo aristócrata convertido en un loser de manual, se sumó al final porque, se supone, tiene ganas de dejar de serlo.c
Dese+!ili,rio