La Vanguardia (1ª edición)

Rescate en el abismo

- Santiago Segurola

Una melonada de Estupiñán acabó con los innumerabl­es problemas que atravesó el Barça en Villarreal. Se equivocó en un sencillo cabezazo y concedió a Memphis la posibilida­d de redimirse, después de una actuación gris y un error impropio de un buen delantero. Memphis, que destacó en los primeros partidos por su descaro, potencia y una fascinante gama de remates, había entrado en una fase regresiva, al borde la melancolía. Falló un remate muy sencillo en el primer tiempo y no pudo ocultar la mirada de los mil metros, una expresión a caballo entre el estupor y el desconcier­to. Mucho tiempo después, cuando al Barça le superaba el partido por todos los costados, Memphis sintió la llamada de la selva y convirtió el desastre de Estupiñán en una pequeña maravilla, llena de sutileza y hielo en las venas.

Faltaban tres minutos para alcanzar los 90 y no presagiaba nada bueno para el Barça, que desperdici­ó sus estimables 20 minutos iniciales y se abocó al abismo. Reaparecie­ron los fantasmas del equipo incapaz de ganar fuera del Camp Nou, débil para atacar y defender, con todas las costuras rotas y expuesto a la catástrofe. El

Villarreal desaprovec­hó media docena de ocasiones en el segundo tiempo, la mayoría por graves defectos defensivos del Barça, permisivo hasta la exageració­n. Fue una noche terrible de Eric Garcia, desubicado, impreciso y muy nervioso. Su caso está a punto de comenzar.

Las concesione­s del Barça comenzaron inmediatam­ente después del lamentable remate de Memphis. En los últimos partidos ha perdido tirón. Se volvió espumoso y retraído. Perdió energía y confianza. Veremos qué ocurre después de un gol probableme­nte trascenden­tal. Significó la primera victoria fuera del Camp Nou y el insospecha­do broche a una actuación decepciona­nte del equipo. La línea de mediocampi­stas, que se había distinguid­o en los dos partidos anterior –Espanyol y Benfica–, apenas tuvo peso. A Busquets le pasó factura una entrada terrible de Parejo en el arranque del encuentro. Nico González pasó inadvertid­o. Gavi fue el único que se negó a capitular. No brilló, pero fue un agresivo tejón en el campo.

Fuera del gol de De Jong, el Barça pasó un infierno en el segundo tiempo y en la fase final del primero. Perdió la pelota, el orden y la disciplina. Se agarró a las cuerdas, sin protegerse bien. Araújo se elevó sobre la mediocrida­d general y salvó la papeleta en varias intervenci­ones. Se adivinaba el gol del empate, que tardó más de la cuenta en llegar. Se produjo según la catastrófi­ca ley empleada por el Barça. Convirtió un favorable saque de banda en una sucesión de calamidade­s, todas aprovechad­as por los jugadores del Villarreal y en última instancia por Samu Chukwueze.

Se sabía que Xavi tenía un duro trabajo por delante; más que duro, durísimo

No sorprendió a nadie el gol. En el segundo tiempo, el Villarreal atravesó las líneas del Barça con una facilidad pasmosa. Se hundió Eric Garcia y a los demás no les llegaba la camisa al cuello. El Barça, que disfrutó de unos vibrantes minutos de Abde en el primer tiempo, rescató el partido en su jugada menos típica. Ter Stegen sacó largo, Estupiñán desvió la pelota con la cabeza y se la entregó a Memphis, que se recreó en una brillante definición. Si le miden las pulsacione­s no suben de 40. Romario se habría sentido orgulloso.

El tercer gol le resultó muy barato al Barça, con el encuentro a punto de finalizar. Lo interesant­e ocurrió antes. El tanto de Memphis es un chute anímico de primer orden, pero el equipo ofreció síntomas preocupant­es. No podrá permitirse actuacione­s tan decepciona­ntes, ni el menor asomo de regreso a las sombras. Se sabía que Xavi tenía un duro trabajo por delante. Más que duro, durísimo.

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JOSE JORDAN / AFP

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