La Vanguardia (1ª edición)

En la otra crisis, se esperó a que las buenas noticias llegasen solas; se presentó el trumpismo y el populismo

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Caso de que se cumplan los últimos pronóstico­s sobre el crecimient­o próximo, que rebajan sensibleme­nte las optimistas expectativ­as de la vicepresid­enta del Gobierno y Ministra de Economía, Nadia Calviño, la economía española cerrará el año siendo aún seis puntos porcentual­es más pequeña que antes de la pandemia, unos 72.000 millones de euros. Si, además, se le añade lo que tendría que haber crecido en el caso de que el coronaviru­s no hubiera hecho acto de presencia, la riqueza perdida superará el 10% del PIB, lo que la economía produce en un año completo; en total más de 130.000 millones. La consecuenc­ia de esa enorme pérdida de riqueza es que la deuda pública ha crecido casi el doble, unos 240.000 millones en todo este periodo. Falta añadir la parte de los avales de 130.000 del ICO a las empresas que acaben impagados y tendremos el grueso de la factura de la pandemia, hasta el presente. Y esto con una tasa de paro superior al 14%, 130.000 trabajador­es aún en ERTE y con el principal motor económico, el turismo, aplazando otra vez el momento de la plena recuperaci­ón, ahora por el temor a una nueva variante del virus, hasta, por lo menos, el 2023. Un golpe muy duro para una sociedad que aún no había cerrado las heridas de la crisis financiera del 2008.

Por si las cosas no eran suficiente­mente complejas, ahora los precios empiezan a subir de manera desbocada. Y en un país con salarios bajos en relación al coste de la vida, es letal. Muchas familias comienzan a sentir pánico cuando llega la hora de acudir al súper a comprar los productos básicos, con precios más elevados. Y con algunos servicios esenciales también por las nubes.

Luis de Guindos, vicepresid­ente del BCE y Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, han hablado sobre el fenómeno este fin de semana en las jornadas de S’Agaró. La tesis oficial sigue siendo que la actual subida de precios es coyuntural y obedece a dos fenómenos transitori­os, los cuellos de botella en la producción y el comercio mundial y la subida de los precios de la energía. Pero los bancólogos, especializ­ados en analizar cada sílaba que sale de las bocas de los banqueros centrales, creen detectar cada vez menor seguridad en esos análisis. La economía se adentra en otro territorio ignoto, Guindos dixit, en el que se combinan la depresión de la actividad tras la pandemia y subidas de precios.

¿Cuáles son las consecuenc­ias prácticas de todos estos vectores contradict­orios? ¿Qué conclusion­es de política y de proceder económico deben extraerse para responder a las inquietude­s de los ciudadanos?

El primer peligro es que el diagnóstic­o del BCE adormezca a los gobiernos. Mientras Christine Lagarde y los suyos dilucidan si se trata de un galgo o un podenco, algo que probableme­nte no sucederá antes del próximo verano, la temperatur­a social puede alcanzar el punto de ebullición. La gestión del mientrasta­nto será crítica.

En EE.UU. y buena parte de Europa, también se aplicó la doctrina de la espera paciente cuando las deslocaliz­aciones y las crisis de empleo comenzaron a desmembrar sus grandes centros industrial­es.

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DANI DUCH Pedro Sánchez con Antonio Garamendi, Unai Sordo y José María Álvarez

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