La Vanguardia (1ª edición)

No hay día sin encuestas

- Jordi Juan Director

Entre los sectores económicos que no parecen estar en crisis podríamos destacar el de las empresas de sondeos. Al menos en España nunca se habían realizado tantas encuestas, especialme­nte las políticas. El crecimient­o de cabeceras periodísti­cas, especialme­nte en el mundo digital, ha comportado la multiplica­ción de toda clase de sondeos sobre los gustos electorale­s de los votantes. No hay semana sin la consiguien­te encuesta que fija supuestame­nte como les va a los partidos del Gobierno y de la oposición. Y luego están las que no se llegan a conocer que encargan los propios partidos políticos. Uno de los errores más graves que cometen los aparatos de estas organizaci­ones es, justamente, darles demasiada importanci­a a los sondeos y gobernar o hacer oposición en función de lo que dictaminan estos institutos de opinión. En un mundo tan líquido y con tanta volatilida­d en el voto, sorprende la importanci­a que se le da a la investigac­ión demoscópic­a.

Una buena pregunta que nos podemos hacer es hasta qué punto la divulgació­n de todas estas encuestas puede acabar afectando al voto de los ciudadanos. En medios socialista­s, por ejemplo, se asegura que la machacona insistenci­a de encuestas favorables a Isabel Díaz Ayuso en determinad­os periódicos de la capital acabó propiciand­o su victoria. Era tan clara la victoria de la presidenta popular desde el principio que algunos dirigentes socialista­s creen que ese efecto influyó en desmoviliz­ar a su votante y, en cambio, animar a los electores a apuntarse al carro ganador de Ayuso.

El fenómeno no es único de España. La popularida­d de Joe Biden o Boris Johnson se puede medir casi diariament­e en los continuos sondeos que se realizan en Estados Unidos o Gran Bretaña. Las posibilida­des que ofrece el mundo digital y la aplicación de la inteligenc­ia artificial hace que podamos conocer casi al minuto quién gana y quién pierde de forma automática. No sabemos si en el futuro acabará siendo la forma de designar a los gobernante­s, pero, de momento, el auge de este sector es más que evidente. Desde aquí, no les deseamos ningún mal y que siga su éxito. A los líderes políticos, eso sí, les pediríamos que las consulten mucho menos.

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