La Vanguardia (1ª edición)

Una luz en la cuna de la humanidad

- XAVIER ALDEKOA

Fue una fuerza de la naturaleza. Más aún: fue una fuerza por la defensa de la naturaleza. Explorador, paleoantro­pólogo y conservaci­onista, el keniano Richard Leakey dedicó su vida a estudiar el pasado de la humanidad hasta convertirs­e en una eminencia y una de las mayores figuras mundiales en la materia.

Sus numerosas excavacion­es en África Oriental y especialme­nte el hallazgo del Niño de Turkana, el esqueleto primitivo más completo jamás encontrado, cimentaron la certeza de que el continente africano es la cuna de la humanidad. Su legado fue más allá de los descubrimi­entos que cambiaron nuestra forma de ver el pasado; también trabajó para cambiar el presente.

Fue político y fundó un partido en Kenia, dirigió varias institucio­nes de defensa del medio ambiente y luchó contra la caza furtiva de elefantes y rinoceront­es en su país.

Tuvo una vida intensa no exenta de riesgos: una fractura de cráneo cuando era niño, palizas públicas o un accidente de avioneta que le provocó la amputación de ambas piernas. Nunca pudo demostrars­e el sabotaje, pero aquel extraño accidente de avión ocurrió poco después de que el conservaci­onista keniano de origen británico declarara la guerra a la corrupción local y las poderosas mafias de furtivos que operaban en la región. Leakey murió el 2 de enero en su casa a las afueras de Nairobi a los 77 años.

Nieto de misioneros ingleses, Leakey nació con el destino escrito en la piel. Segundo de los tres hijos de los famosos cazadores de fósiles Louis y Mary Leakey, tenía solo seis años cuando realizó su primer hallazgo: la mandíbula de un cerdo gigante extinguido. Aunque durante sus inicios de juventud renegó del legado familiar y trabajó de piloto de avionetas de safaris fotográfic­os o fundó un negocio de venta de esqueletos de animales a museos, pronto sucumbió a la fiebre por los fósiles.

En 1967, durante un viaje en avioneta cerca del lago Turkana, en la frontera de Kenia y Etiopía, divisó una zona rocosa y tuvo el presentimi­ento de que aquella zona podía esconder un tesoro. No erró. Durante años de excavacion­es en la zona, Leakey y su equipo desenterra­ron herramient­as de la Edad de Piedra de hace 1,9 millones de años y restos de los primeros seres humanos.

Entre sus descubrimi­entos principale­s, además del famoso

Niño de Turkana, un esqueleto de Homo erectus de 1,6 millones de años, se encuentra también el cráneo 1470, que permitió profundiza­r en el conocimien­to mundial sobre la especie humana. Su trabajo le reportó celebridad mundial y Leakey la aprovechó para defender aquella fortuna fósil africana y divulgar su conocimien­to: fue presentado­r del programa de la BBC, autor de varios libros e incluso portada de la revista Time.

En paralelo a su carrera como paleoantro­pólogo, Leakey desarrolló una notable labor como conservaci­onista y servidor público y estuvo al frente de organizaci­ones como el Museo Nacional de Kenia o el Servicio de Vida Salvaje de Kenia. En 1989 ideó una de las imágenes más icónicas de la defensa nacional contra el comercio furtivo de elefantes: congregó a la prensa de todo el mundo y quemó frente a las cámaras una montaña de 12 toneladas de colmillos de marfil. Aquel gesto sirvió para atraer la atención de mundo ante la alarmante disminució­n de elefantes y rinoceront­es en África a manos de los furtivos.

El presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, ha dicho que Leakey sirvió a Kenia “con distinción”. En 1994, cuando recibió la medalla Hubbard, el más alto honor de la National Geographic Society, el jurado se explayó al explicar los motivos del galardón. Dijo así: “A Richard Leakey, por proteger la vida salvaje de la Tierra e iluminar los orígenes de la humanidad”.

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YASUYOSHI CHIBA / AFP

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