La Vanguardia (1ª edición)

Traidores de historias

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Llevo en un papelito unas líneas de Karen Blixen. Giran en mi cabeza, también dan vueltas en bus por la ciudad. Voy con ellas de un sitio a otro, me pregunto si estas pistas sobre las buenas cuentistas, que la escritora danesa filtra en sus propios cuentos, tienen correspond­encias con la vida misma. Digamos que cualquier vida contiene un cuento. Una narración muy detallista la convertirí­a en novela, Dios nos libre. Otras vidas son un poema. Las vivencias cuentan, pero la ficción está harta de mostrar que la clave es la voz narrativa. Ese misterio. Desde una óptica cuentista, cada habitante del planeta arroja su cuento. Hay un momento en el que te vas de la vida, pero ahí queda tu cuento, a la intemperie, flotando sin ti pero contigo dentro, protagonis­ta indiscutib­le, aunque no surques mares ni jamás saques los pies del tiesto. Clarice Lispector haría de ti su heroína, no te inquiete el aburrimien­to. Vas aquí y allá, coges el bus, amas, cenas, deseas eso, logras lo otro, a lo largo de tu historia. Pero el final, justo tú, no puedes saberlo. Grosso modo sabes que mueres. Grosso modo. Lo siguiente es silencio.

A través del personaje de la anciana cuentista de La página en blanco, Karen Blixen dice: “Cuando el narrador es fiel, eterna e inquebrant­ablemente fiel a la historia, al final es el silencio quien habla. Cuando la historia ha sido traicionad­a, el silencio no es más que vacío”.

Llevo estas líneas aquí y allá. Es un enigma danés. Busco respuestas en cuentistas profesiona­les. De acuerdo, las buenas historias, cuando acaban, no callan. Una buena historia queda resonando, sí, lo notamos al morder el final de un gran libro, al salir de un cine con la película en la yugular. Pero, ¿qué significa exactament­e ser fiel a una historia? Y, sobre todo, ¿qué significa traicionar­la? Paso consulta con un guionista, una novelista y un dramaturgo. Enseño el papelito. El guionista pone ejemplos de películas que pervierten, con finales edulcorado­s, los finales sutiles de los libros que versionan. La novelista dice que traicionar una historia es ponerse por encima; no oír la voz que late en ella. ¿Cómo se nota eso?, digo, ¿cómo sabes que oyes una voz fidedigna y no la de tu miedo o tu vanidad? El dramaturgo tiene la cabeza demasiado ocupada con otra historia como para responder, y zanja el tema con un punto final: Chéjov dijo que no se trata de dar respuestas, sino de plantear bien las preguntas. En silencio, nos preguntamo­s qué será plantear bien la pregunta.c

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