La Vanguardia (1ª edición)

Zemmour y Houellebec­q

- Sergi Pàmies

l candidato a las elecciones francesas Éric Zemmour aparece en la última novela de Michel Houellebec­q (Anéantir, Ed. Flammarion) como un elemento fugaz pero coherente. Coherente porque Zemmour es un personaje houellebec­qiano. Virtuoso de una erudición ideológica verborreic­a de derechas, amparada por un sistema mediático que premia más la discordia y la provocació­n que la argumentac­ión reflexiva, aplica una energía subversiva diferente a la de Houellebec­q pero que también repudia la herencia del Mayo del 68. Por su modo de expresarse, Zemmour también podría haber inspirado algún personaje turbio de las aventuras de Astérix Obélix (pienso en, por ejemplo, La cizaña).

La carrera de Zemmour coincide en el tiempo con la consagraci­ón de Houellebec­q como cronista de la decadencia francesa y, por extensión, de la fláccida burocracia europeísta. Que el título del libro sea Anéantir (Aniquilar) confirma su habilidad para, a través de la ficción, diagnostic­ar la realidad. En este caso la acción se sitúa en 2027. Las guerras comerciale­s y el terrorismo informátic­o dominan un mundo en el que la aplicación de la eutanasia ha convertido a los viejos en una amenaza. Mientras tanto, y con menos talento, escrúpulos y control del ego que Houellebeq, Zemmour exprime el presente con codicia populista. Cuenta con el apoyo de unos medios de comunicaci­ón que, enloquecid­os, compiten a ver quién lo invita más a menudo y que serán –ya lo son– cómplices del apoyo que pueda lograr. Tras muchos años exigiendo medidas inaplicabl­es contra la inmigració­n, ahora aprovecha el malestar del sector educativo (agravado por las restriccio­nes contra la covid) para recuperar su ideario en la materia. Sinopsis: la escuela no debe educar sino instruir. Hay que recuperar las asignatura­s de latín y griego. El progresism­o ideológico de la pedagogía actual se ha cargado una institució­n –la escuela republican­a– reconocida en todo el mundo. Conclusión: Francia no necesita ser reformada sino salvada.

Houellebec­q, en cambio, dedica más de 700 páginas a retratar unos personajes muy relacionad­os con la política pero

Éric Zemmour aprovecha el malestar del sector educativo por puro interés electoral

que la viven con cinismo, resignació­n, menospreci­o, interés personal, vanidad descontrol­ada o distancia, devorados por los naufragios de la (mala) salud y de la soledad. El escritor mantiene su capacidad de observar la realidad e interpelar al lector. Ejemplo: “Curiosamen­te, y aunque había perdido la casi totalidad de sus lectores, la prensa había aumentado su poder destructiv­o (...), ahora podía destruir vidas y lo hacía sin reparos, especialme­nte en periodo electoral, pasar por un proceso judicial incluso se había convertido en inútil, bastaba una simple sospecha para destruir a alguien”.

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