QUIÉN CHRISTINE LEE
Los servicios de inteligencia británicos han señalado a la abogada y lobbista como un grave peligro para la democracia
ro, ni sus canapés, ni su champán ni los viajes gratis a China en misiones culturales o de fomento de la amistad mutua. Porque aunque sus actividades sean legales, ha sido calificada como una amenaza para la democracia británica y que intenta pervertir el sistema.
¿Cómo esta mujer menuda de casi sesenta años, de modales amables y sonrisa fácil, discretamente vestida, incapaz en apariencia de matar una mosca, pilar de la comunidad asiática, casada con un inglés y nacionalizada británica, con dos hijos, una casa de millón y medio de euros en los suburbios y un prestigioso bufete de abogados en pleno centro de Birmingham, con sucursales en el Chinatown de Londres, Pekín, Guangzhou y Hong Kong, se ha convertido en un peligro público? La respuesta es que por la enorme influencia que ha adquirido, no solo en la política sino en los círculos empresariales y académicos del país. Y porque China, a la chita callando, tiene invertidos 160.000 millones de euros en el Reino Unido, en terrenos tan variopintos como centrales nucleares, empresas de suministro de energía, colegios privados para la élites, laboratorios de biotecnología, infraestructuras de transporte como el aeropuerto de Heathrow, cadenas de pizzerías, acciones de las principales empresas que cotizan en bolsa… Y la agente Lee representa todos esos intereses, y más.
Poco a poco, a lo largo de treinta años y a través de un lobby llamado British Chinese Project, ha donado cerca de un millón de euros (no de su bolsillo, claro, sino del gobierno de Pekín canalizados a través de su bufete) a una serie de diputados, entre quienes figura el actual líder liberal demócrata, Ed Davey. El beneficiario principal de los fondos ha sido el legislador laborista Barry Gardiner, próximo a Jeremy Corbyn (anterior líder del partido) y responsable de Comercio en los tiempos de Tony Blair, que hasta la semana pasada tuvo al hijo de Christine como uno de los seis miembros de su staff (lo despidió al recibir la alerta del MI5). ¿Qué obtenía Lee a cambio de sus contribuciones? Básicamente información, porque la información es poder. Los planes legislativos del gobierno y de la oposición, los políticos al alza y a la baja, las estrellas emergentes en las que valía la pena invertir.
Además de abogada y lobbista, esta personificación de la espía moderna trabaja para el Departamento de Trabajo del Frente Unido, rama de la inteligencia china. Y además de intentar comprar influencias, se ha dedicado a organizar manifestaciones a favor de la represión en Hong Kong y de apoyo al presidente Xi Jinping cuando ha visitado el Reino Unido. El MI5 le tiene echado el ojo desde hace bastante tiempo, pero hasta ahora la había permitido actuar, dejando abiertas las puertas a una posible detención y deportación si la pillaba con las manos en la masa. Pero, como buena abogada, se las ha ingeniado siempre para estar en la frontera misma, pero dentro de la ley. Finalmente ha optado por declararla enemigo público, y colocar en Westminster el equivalente de un pasquín de los tiempos del Oeste con su foto y su nombre, y el aviso de muy peligrosa.c