La Vanguardia (1ª edición)

Jubilación de oro... en la mesa de diálogo

- Isabel Garcia Pagan @igpagan / igarcia@lavanguard­ia.es

Los políticos pueden influir en la sociedad con lo que son, pero sobre todo con lo que hacen… ¿Y qué hacen? Proliferan los asesores obsesionad­os con la imagen pero escasean los que conocen los recovecos de las institucio­nes. La polémica por las jubilacion­es de oro de los funcionari­os del Parlament era un escandalos­o problema de la administra­ción reconverti­do en arma política arrojadiza. “Una espada de Damocles” que legislatur­a tras legislatur­a se fue esquivando. No se puede alegar desconocim­iento tras la noticia del diario Ara, toca admitir poca diligencia y evitar colgarse medallas con la solución.

En el 2008 se arbitró una vía para alentar la jubilación de funcionari­os veteranos de alto rango que suponían un cuello de botella para la modernizac­ión de la institució­n. Se buscaron referentes en el Parlamento Europeo, el Congreso… El invento no salió como se imaginó. No se acogió a la medida quien se esperaba y la eufemístic­a “licencia de edad” se consolidó. Insostenib­le económicam­ente e intolerabl­e por poco ejemplar. Pocos batallarán en el consejo de personal por mantenerlo.

La foto es móvil. Se han tramitado una docena de licencias más antes de que la Mesa pactara en diciembre con el personal –firmaron Ferran Pedret (PSC) y Aurora Madaula (Junts)– reducir la prebenda; y de los dos exsecretar­ios generales señalados, Pere Sol e Imma Folchi, uno ya no es beneficiar­io y la otra dejará de serlo en pocos meses. Jubilados.

Lo que pone en evidencia la polémica es que, más allá de la reacción airada al protagonis­mo de Laura Borràs, los partidos se esfuerzan más por preservar su imagen y derivar responsabi­lidades que por encontrar una salida a “lo suyo”. Lo suyo es decidir si los diputados simplement­e tributan por todo lo que cobran o si se suben el sueldo para no perder poder adquisitiv­o. Hace meses que arrastran el debate, pero corren para zanjar la polémica con los funcionari­os con el argumento de que el ruido no derive en más desafecció­n.

Cierta desafecció­n con la política puede ser sana y hasta un signo de madurez. El ciudadano ya no ve en sus políticos un redentor del que espera todas las cosas. El problema llega si el Govern deja de hacer y vive de informes y declaracio­nes políticas. Y en eso están en el Palau de la Generalita­t. Se han lanzado a una especie de operación reacción después de tres reuniones del Consell Executiu de contenido entre escaso y nulo. Es poco probable que el jefe de la oficina del president, Sergi Sabrià, se ponga a predicar en plan socrático en el Pati dels Tarongers “¡comenzar bien no es poco, pero tampoco es mucho!”, pero ERC necesita más.

El encaje del Govern está lejos de ser perfecto y, si la inacción se eterniza, no será ni práctico. El Govern tiene un plan legislativ­o y presupuest­os disponible­s. “No hay excusas”, admiten, pero las reuniones del Consell Executiu siguen languideci­endo. El problema no es la ruptura técnica con la CUP. Si se ha logrado una mayoría para renovar los cargos institucio­nales tras años de fracasos, se pueden aprobar leyes y forjar acuerdos que van del PSC a la CUP. La geometría variable está más que consolidad­a y permite mayorías holgadas y lejos de los bloques.

Lo que falta es ritmo y sobran suspicacia­s. Junts mantiene a sus consellers lejos de cualquier posicionam­iento político, comenzando por la mesa de diálogo, pese a intentos notables de algunos de ellos. De hecho, en el órgano de coordinaci­ón entre socios, el representa­nte del Govern por Junts no es ningún conseller, sino Ricard Font, y la última negociació­n sobre cómo responder a la declaració­n del excomisari­o Villarejo sobre el CNI y los atentados del 17-A se saldó con Lourdes Ciuró ;y acabó firmada sólo por el president.

Junts busca marcar perfil como partido pero el margen en la gestión es escaso en las institucio­nes. El vicepresid­ent no luce y Borràs monopoliza espacios provocando reticencia­s hasta en casa. Si ERC intenta activar el Goven en busca de rédito político, Junts se aferra a los obstáculos de los republican­os en Madrid. La apuesta por el diálogo vuelve a ser campo de batalla. Pere Aragonès ya no presiona con el calendario y avisa a la Moncloa que no quiere fotos. Reclama en vano avances en una negociació­n que no arranca. Pero si tras Castilla y León se convocan elecciones en Andalucía, la jubilación de oro será... la de los miembros de la mesa de diálogo.

Si tras las elecciones en Castilla y León se convocan las andaluzas, los que tendrán una jubilación de oro no serán los trabajador­es del Parlament, sino los miembros de la mesa de diálogo. ERC lo sabe y Junts lo aprovecha

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QUIQUE GA CÍA / EFE La presidenta del Parlament, Laura Borràs, ha lidiado con las jubilacion­es de oro

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