QUIÉN LLUÏSA MORET
Illa encarga a una capitana del Baix Llobregat, la alcaldesa de Sant Boi, que ponga a punto la máquina socialista para crecer y gobernar
exilio. Estudió Psicología en la Universitat de Barcelona, donde tuvo como profesora a Victòria Sau, una de las pensadoras feministas claves del país, y a través de ella y de su círculo empezó a poner nombre a las inquietudes y necesidades de reivindicación que sentía de una forma intuitiva.
Con su formación de psicóloga clínica trabajó de voluntaria en el primer servicio de atención a mujeres en Sant Boi. “Se orientaba tanto a las víctimas de violencia como a las que acudían porque querían divorciarse”, explica. Durante años lo compaginó con su empleo en el servicio local de drogodependencias, una red que impulsaron los ayuntamientos de la época para ofrecer asistencia no sanitaria sino psicosocial, tanto de tipo preventivo como de reinserción. “Acompañaba a los toxicómanos en la abstinencia, y ayudaba a su entorno a asumir las situaciones y poner límites. La primera vez que atendí a una familia me puse a llorar con ellos”, recuerda.
En esa época entró en contacto con el socialismo local, a través de colectivos feministas. Se siguió formando –hizo dos master, uno de ellos de políticas de género–, y laboralmente se centró ya solo en el ámbito de las mujeres, tras ganar una plaza por concurso público. Fue directiva del área de igualdad del Ayuntamiento y en el 2001 se afilió al PSC. Seis años después empezó su carrera política como concejal, y desde el 2014 como alcaldesa. En el 2019 ganó con mayoría absoluta, apuntalando el poder socialista en el Baix Llobregat.
Y con ese bagaje estrena galones en la nueva dirección socialista: Illa le ha confiado el aparato del partido con más afiliados de Catalunya,
L14.000. “Nos entendimos desde el kilómetro cero, tenemos talantes muy similares”, dice del primer secretario, que viene de ejercer las funciones orgánicas que ella asume ahora . “El objetivo es ampliar, fortalecer el partido y prepararlo para gobernar Catalunya. Y crecer implica respetar la diversidad interna; hay que saber gestionarlo en positivo para que sea un tesoro y no una dificultad”, detalla. “Por supuesto, habrá que tomar decisiones que no gusten a todos, pero lo hacemos cada día en el municipalismo”, sostiene.
En el ámbito personal, le gusta la poesía –incluso escribe, solo para su entorno– y lee mucho ensayo de autoras de referencia del feminismo, entre las que cita a Marcela Lagarde, Luce Irigaray o Christa Wolf. Su marido es ingeniero, dedicado a proyectos de robótica para aeronáutica y automoción, y tienen un hijo de 17 años. “Me gusta hacer deporte, leer, la música y estar con mi gente”, resume.
Elige fotografiarse junto a la ermita de Sant Ramon, en la cima de una montaña desde la que tiene vistas en 360º de Sant Boi, el área metropolitana, el mar y las montañas del Garraf. “Vengo aquí con mi hermana, caminando o corriendo. Desde casa son cinco kilómetros de subida y cinco de regreso, y tiene la componente de actividad física pero también emocional y espiritual. Me da energía”, subraya. El día de la fotografía, la paran unos vecinos para preguntar por una infraestructura pendiente. Los alcaldes tienen que ser polivalentes: junto a los grandes proyectos, deben ocuparse de la baldosa rota, el árbol sin podar... Saben que en lo cotidiano puede estar la reelección.c