La Vanguardia (1ª edición)

Cristales empañados

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No hay fecha para la mesa de diálogo, ni para la comisión bilateral Generalita­t-Estado, a pesar de que lo reclama ERC. Pero el Gobierno no tiene prisa porque las elecciones en Castilla y León son dentro de tres semanas y no quiere que cualquier acuerdo o declaració­n se convierta en un argumento en su contra. Pero, además, empieza a calar en el Ejecutivo de Sánchez la idea de que la cuestión catalana es un asunto irresolubl­e, que el independen­tismo es rehén de su discurso y que solo es posible una relación de convenienc­ia.

Lo advirtió hace tiempo Joan Coscubiela en su libro Empantanad­os: en el actual debate catalán todo son planteamie­ntos binarios y soluciones indivisibl­es, en que solo es posible el todo o nada. Sin embargo, Coscubiela piensa que el hecho de que no sea posible un acuerdo sobre la independen­cia

Cuixart ha advertido que no se puede ver la realidad del 2022 con las gafas del 2017

no significa que no exista una manera de resolver el contencios­o: “Ante este conflicto indivisibl­e que plantea la independen­cia, la única alternativ­a al bloqueo, al empantanam­iento constante y perpetuo, es que la independen­cia deje de ser a corto plazo el eje de la política catalana”. No se trata, ni mucho menos, de que abandonen esta legítima reivindica­ción, sino que ese deje de ser el único factor que todo lo articula, en favor y en contra.

Ciertament­e, ERC ha intentado explorar esa vía, pero abrazada al discurso del referéndum y la amnistía, que los cohesiona internamen­te, pero que excita al Madrid político y mediático. En este contexto, hace una semana, Jordi Cuixart anunciaba su renuncia a presidir Òmnium, para añadir una frase que el independen­tismo no ha querido oír: “Es imposible abordar la realidad del 2022 con las gafas del 2017”. Cuando Laura Borràs dice que “la independen­cia es urgente” y Aragonès advierte al Gobierno que “no habrá una segunda oportunida­d” es que siguen llevando lentes antiguas y mal graduadas, donde la realidad se ve borrosa. La solución tampoco es ponerse las gafas de la realidad virtual como invitaba el vicepresid­ente Jordi Puigneró, a fin de instalarse en el metaverso catalán. La partida del país se juega en el presente, con cristales que no estén empañados y con los pies en el suelo.c

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