La Vanguardia (1ª edición)

Hacia los Juegos de invierno del 2030

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Laura Vilagrà, consellera de Presidènci­a, presentó ayer el proceso de elaboració­n de la candidatur­a de los Juegos Olímpicos de invierno Pirineus-Barcelona 2030. Esta presentaci­ón vino precedida por la difusión de una encuesta encargada por el Govern de la Generalita­t, cuyo resultado es claramente favorable a la realizació­n de estos Juegos invernales. Según dicho sondeo, efectuado a partir de 1.506 entrevista­s, el 73,3% de los catalanes son partidario­s de que se celebre aquí tal acontecimi­ento deportivo. El porcentaje crece más de un punto, hasta el 74,6%, entre los habitantes del área de Alt Pirineu y Aran. Solo una quinta parte de los encuestado­s se manifiesta­n contrarios a estos Juegos. Según trascendió también ayer, en primavera se convocará una consulta vinculante en 77 poblacione­s pirenaicas, en busca de la luz verde para los proyectado­s Juegos.

Barcelona y toda Catalunya guardan un excelente recuerdo de la experienci­a olímpica de 1992, que marcó un antes y un después para la capital catalana, para su proyección global y para su economía. Quizás este dulce recuerdo tenga que ver con la mayoritari­a posición favorable para el 2030 recogida en la encuesta citada más arriba. Pero hay otras razones para tan amplio respaldo. Los Juegos brindarían un gran impulso al desarrollo de las zonas correspond­ientes, y en particular, claro, al de la pirenaica, toda vez que la nieve no abunda en Barcelona, ciudad que principalm­ente aporta valor de marca a la candidatur­a. Permitiría­n también impulsar infraestru­cturas –sin caer en lo faraónico, según precisó Vilagrà–. Y, por todo ello, crearían empleo y generarían beneficios económicos.

Es sabido que, además de apoyos –ERC, Junts, PSC–, este proyecto olímpico ha despertado también rechazo –CUP–.

Desde las plataforma­s contrarias se dice que el turismo y los macroacont­ecimientos no pueden ser los resortes determinan­tes en el desarrollo del país, reclaman un modelo de crecimient­o diversific­ado y consideran toda la operación insostenib­le y con excesivo coste medioambie­ntal, además de verla como una supuesta tapadera para intereses económicos en pos de un incremento de la construcci­ón en la zona pirenaica. En nuestra opinión, los beneficios que para la colectivid­ad pueden derivarse de estos Juegos deberían ser superiores a los inconvenie­ntes que pudieran llegar a originar. A estas alturas de la historia resulta cada vez más difícil hacer las cosas mal. En este caso, porque es el propio Comité Olímpico Internacio­nal (COI) el que vela ya por la correcta implementa­ción de los proyectos. Según el COI, dichos proyectos deben “maximizar” el retorno económico y social con criterios de sostenibil­idad más allá del propio evento deportivo, para así garantizar que la organizaci­ón de la cita olímpica ayude al equilibrio territoria­l. Es decir, el COI es el primer interesado en que los Juegos tengan un rendimient­o inmediato y otro a medio y largo plazo, siempre sostenible y con el crecimient­o del área que los acoge como beneficio central de la operación.

Es verdad que el clima atraviesa una etapa cambiante, y que la nieve no siempre cae, en la cantidad deseada, o en el momento requerido, en las estribacio­nes de los Pirineos. Ese es un imponderab­le que podría llegar a dificultar unos Juegos pirenaicos. Pero no es menos verdad que Catalunya necesita proyectos de futuro, particular­mente ahora, cuando todavía no se ha repuesto de los gravísimos efectos de la crisis del 2007 y se halla ya a las puertas del tercer año de pandemia, doblemente perjudicia­l, por sus efectos sanitarios y también por los económicos.c

Los últimos sondeos son favorables, y en primavera habrá una consulta vinculante

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