La Vanguardia (1ª edición)

Botto se mete en la piel de un Lorca salido de la fosa común de la que aún no le hemos sacado

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Para analizar encuestas en este diario ya están Carles Castro e Iván Redondo, que además con sus artículos nos está enseñando a jugar al ajedrez. Sus interesant­es análisis demoscópic­os se complement­an con cursos gratuitos: “Aprenda movimiento­s del tablero con el Grupo Godó”. (Debería acabar este párrafo con un guiño ajedrecíst­ico, pero no tengo ni idea). En sus años cerca del poder, Redondo aprendió a mover las fichas hasta que se enrocó. (Lo ven, estoy en P3 de ajedrez).

No tiene sentido que me ponga yo ahora a interpreta­r sondeos. Solo les diré que esta semana, en dos viajes relámpago a Madrid, he hecho mi encuesta de bolsillo y he vuelto asustado. Hasta cuatro personas bastante bien informadas me han dicho con absoluta seguridad que el próximo gobierno de España lo van a formar PP y Vox. Ante tanta rotundidad, he preguntado si es que iba a haber un cambio de liderazgo en el PP, dado que a Casado no le sale bien ni una rueda de prensa con vacas. Pero aseguran que no habrá relevo con Ayuso, al menos de momento, simplement­e porque no les va a hacer falta para ganar.

Ante la cara de no acabar de creérmelo, mi interlocut­or me mira con condescend­encia. “Ya sé que a 600 kilómetros los catalanes lo veis todo de otra manera, que os pensáis que Esquerra podrá seguir siendo decisiva, y que los indultos no le van a pasar factura a Sánchez. Lleváis unos cuantos años sin enteraros de nada, en vuestra burbuja”. Y yo pienso “a ver si vas a ser tú el que vive en la burbuja madrileña”. De lo que no hay duda es de que si los votos de Catalunya no contasen, la entrada de Vox en el gobierno sería inevitable. Más que nunca las encuestas tendrán que ser descentral­izadas (tanto de Madrid como de Barcelona) para poder hacer un diagnóstic­o fiable. Algo se cuece en la España vaciada.

Vuelvo a casa más preocupado de lo que me fui. Aterrizo y me sumerjo en el nuevo oasis que está reconquist­ando la Catalunya exrevoluci­onaria. Un escándalo de sueldos Nescafé en el Parlament, comisiones de productora­s de televisión que trabajan para TV3 financiand­o a Convergènc­ia, y excolabora­dores de Artur Mas en todas las salsas. Ah, y rumores sobre reparto de subvencion­es a medios para premiar a los periodista­s más fieles. Si algún catalán ha despertado esta semana después de quince años en coma, tendrá la sensación de que el país sigue más o menos igual que lo dejó. Es un afortunado: se ha ahorrado el procés y,

Una noche sin luna, Sin estridenci­as. Con poesía. También escénica. Pocas veces tuve una sensación continuada tan larga de piel de gallina.

En un fin de semana, Botto, como si fuese el líder de La Barraca, hizo cuatro bolos: Granollers, Mataró, Viladecans y Manresa. No quedó ni una entrada. Nunca había visto una platea entera ponerse en pie al instante de bajarse el telón. La obra no llega a Barcelona ciudad hasta diciembre, al Teatre Nacional, y según me contó Botto no estará más de tres semanas. No lo entiendo. Podría hacer temporada de varios meses llenando cada día. Denle una vuelta, programado­ras teatrales. Si Una noche sin luna la pudiese ver todo el mundo, otras encuestas cantarían.c

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