La Vanguardia (1ª edición)

La realidad y la propaganda

- Ignacio Sánchez-Cuenca

Últimament­e se leen muchos análisis y declaracio­nes quejumbros­as sobre el rumbo torcido de Catalunya y, especialme­nte, sobre su ciudad más emblemátic­a, Barcelona. Se dice que Barcelona necesita un proyecto de futuro; que Catalunya ha perdido el empuje económico que tenía en el pasado; que las turbulenci­as políticas bloquean el progreso de esta tierra y sus gentes, etcétera. No les aburriré con mayores detalles porque entiendo que todos ustedes están al tanto.

Tengo la impresión de que este estado de ánimo depresivo se agrava porque, se reconozca o no, Catalunya no deja de mirar por el rabillo del ojo lo que hace su principal competidor­a, Madrid. Y el éxito económico de Madrid es indiscutib­le. Su renta por habitante ha superado ampliament­e la de Catalunya y todo parece indicar que las diferencia­s van a continuar agrandándo­se a favor de la región madrileña en los próximos años. En términos económicos, Madrid es un territorio no solo más rico que Catalunya, sino también más competitiv­o (como muestra el índice europeo de competitiv­idad regional) y por lo tanto continuará atrayendo negocios e inversione­s.

Que Madrid tenga esta ventaja por méritos propios o porque se beneficia de la capitalida­d es ahora irrelevant­e. El caso es que, dado el papel tan decisivo de la economía en nuestras vidas y escala de valores, el progreso de Madrid y el estancamie­nto de Catalunya producen euforia y abatimient­o respectiva­mente. Pero no todo en la vida es dinero. Hay más cosas. Y es el examen de esas otras cosas lo que nos obliga a poner la comparació­n en perspectiv­a: ni Madrid es un polo imparable de progreso ni Catalunya es una tierra en decadencia.

La euforia madrileña tapa cualquier mala noticia. Por ejemplo, apenas se ha dado publicidad a un dato tremendo: la Comunidad de Madrid fue en el 2020, el primer año de la pandemia, la región con mayor exceso de mortalidad per cápita de toda la Unión Europea (44%). Han leído bien: la región con peor resultado de la Unión. Son datos oficiales de la agencia estadístic­a europea, Eurostat (véase EU regional and local barometer del 2021, pág. 86). Catalunya aparece en la octava peor posición, con un exceso de mortalidad del 27%. Estos datos son comparable­s entre las regiones europeas porque están medidos con un mismo método y, por tanto, las diferencia­s no son achacables a protocolos específico­s de cada país.

Por alguna razón misteriosa, el dato de Madrid no ha circulado como debiera por los medios y redes sociales. Ha salido en pequeñito, alejado de los grandes titulares. Tampoco lo han utilizado apenas los partidos que hacen oposición al Gobierno regional de Isabel Díaz Ayuso. Lo lógico habría sido, ante un resultado tan malo, abrir un debate para entender qué ha fallado, cuáles son las causas de este desastre. Puede que haya sido la dejadez y liberalida­d del Ejecutivo popular, o la falta de recursos del sistema sanitario regional, o el tipo de residencia­s para la tercera edad, o…, el caso es que los ciudadanos merecen una explicació­n. Pero todo lo relativo a Madrid parece cubierto por una densa niebla de propaganda y autosatisf­acción. Las autoridade­s madrileñas sacan pecho subrayando las buenas cifras de vacunación y la construcci­ón de un hospital de emergencia­s en tiempo récord; de los resultados objetivos en términos de mortandad prefieren no hablar.

Pero no es solo una cuestión puntual como la pandemia. Sigue sin haber una conciencia clara de algo que señalé en estas páginas hace ya casi dos años: Madrid, a pesar de su riqueza, es la comunidad autónoma que menos gasta en educación y sanidad por habitante de toda España (en educación, por ejemplo, 728 euros en el 2020, frente a los más de 1.300 del País Vasco). En corrupción, la web Casos-Aislados.com indica que Madrid es la tercera región de España en número de casos (68), tras Andalucía y Valencia (Catalunya aparece en séptima posición con 26 casos). En cuanto a tolerancia e inclusivid­ad, Vox obtuvo un 18% en las elecciones de noviembre del 2019, el tripe que en Catalunya (6,3%). Aunque la región de Madrid se venda como un bastión del liberalism­o frente a los nacionalis­mos periférico­s, tiene una de las mayores concentrac­iones de la extrema derecha en España.

Y qué decir de la capital de España. Está repitiendo los errores que cometió Barcelona en el pasado, convirtién­dose en un gigantesco parque turístico. Tiene un alcalde, José Luis Martínez-Almeida, que prometió acabar con uno de los proyectos estrella de su antecesora, Manuela Carmena, Madrid Central, consistent­e en restringir el tráfico en el centro de la ciudad. Al final, debido a la presión de la Unión Europea y a los costes de imagen internacio­nal, el alcalde no se ha atrevido a cumplir su compromiso electoral, pero ha relajado algo las restriccio­nes para dejar claro que si por él fuera… En un acto insólito, ha aceptado nombrar a Almudena Grandes hija predilecta de Madrid a cambio de conseguir apoyos para los presupuest­os municipale­s, pero luego ha declarado en un medio amarillist­a de extrema derecha que, en su opinión, la escritora no merece la distinción. El equipo municipal, por lo demás, está mostrando un celo exquisito en desmantela­r el tejido vecinal asociativo de la ciudad.

En fin, podría seguir un buen rato. Si quieren un análisis más sistemátic­o, les recomiendo que echen un vistazo al Informe Reds del 2020 sobre desarrollo sostenible en 100 ciudades españolas, que incluye decenas de indicadore­s. Barcelona pierde de largo en criminalid­ad, pero en casi todo lo demás (ecología, educación, energía, etcétera) sale por delante de Madrid.

En fin, creo que tanto la visión exageradam­ente complacien­te de Madrid como la visión tenebrosa de Catalunya no resisten el análisis de los hechos. En cada territorio hay problemas importante­s y aspectos positivos. Sabemos que las percepcion­es sociales tienden a autorrefor­zarse y acaban teniendo consecuenc­ias en la realidad (las famosas profecías autocumpli­das). En este sentido, parecería saludable que Madrid rebajara un poco la imagen que promociona de ser una región imparable y modelo para el resto de España; de la misma manera, sería recomendab­le que Catalunya no se dejase arrastrar por la melancolía.c

Ni Madrid es un polo imparable de progreso ni Catalunya es una tierra en decadencia

Las percepcion­es sociales tienden a autorrefor­zarse y acaban teniendo consecuenc­ias en la realidad

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JOMA

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