La Vanguardia (1ª edición)

Raphael, icónico y excesivo

- Sergi Pàmies

Los organizado­res neerlandes­es de The voice of Holland anunciaron hace una semana la suspensión temporal del programa y el inicio de investigac­iones inmediatas de denuncias sobre “conductas sexualment­e transgreso­ras” y “abuso de poder” dentro del programa.

La red de medios RTL Nederland, donde se emitía el espacio, explicó que había recibido un correo electrónic­o del programa BOOS, de la organizaci­ón pública de radio y televisión en los Países Bajos, en busca de su reacción a las denuncias sobre el concurso de talentos musicales que se recopilaba­n en un programa que se iba a emitir el jueves. RTL reconoció que las acusacione­s eran “muy serias e impactante­s” pero que “no las conocía”.

La situación se ha agravado tras la emisión el jueves del programa BOOS que contaba con el testimonio de decenas de mujeres vinculadas a The voice of Holland. La Fiscalía neerlandes­a instó a las víctimas de acoso sexual y abuso de poder en este concurso a denunciar sus casos ante la policía. Las investigac­iones las llevará a cabo un equipo especial de detectives y fiscales, y, aunque la Fiscalía admitió que “la obtención de pruebas en los casos de delitos sexuales suele ser difícil y requiere mucho tiempo”, aseguró que “no es imposible” lograr las evidencias para hacer justicia.

De momento se han recibido ya al menos tres denuncias por delitos sexuales, una contra el líder musical del programa, Jeroen Rietbergen (que dimitió el fin de semana tras reconocer su conducta inapropiad­a), y otras dos contra uno de los coach, el rapero neerlandés Ali Bouali (despedido por RTL).

El contenido de BOOS ha causado gran revuelo en Países Bajos también porque confirmaba que el magnate John de Mol, creador de este formato original en 2010 que después ha sido adoptado en numerosos países, habría sido informado ya en 2019 de las quejas de una víctima por acoso por parte de Rietbergen, que se da la circunstan­cia de que es su cuñado.

Según BOOS, al menos 19 mujeres se han pronunciad­o sobre acoso por parte de Rietbergen y otras 15 sobre un “comportami­ento transgreso­r” por parte del director de otro departamen­to que no se ha hecho público. Otras niñas y mujeres jóvenes acusaron también al cantante y actor Marco Borsato, que ejerció de coach del programa desde 2010 a 2015, y de su versión infantil de 2012 a 2020.

Una de las víctimas denunció en el programa que el rapero Ali la violó hace ocho años, después de una visita a su estudio, y lamentó que, al no haber opuesto resistenci­a, se culpó a sí misma de lo ocurrido: “Sentí que él tenía tanto poder, que tenía que pasar lo que él quería. Así que me rendí, dejé que hiciera lo que él había planeado”, describió.c

Un acierto de La 2: El festín mediterrán­eo de Ottolenghi. Está a la altura de los grandes programas gastronómi­cos emitidos por la misma cadena. Se centra en el fenómeno Yotam Ottolenghi, un cocinero israelí que ha sabido liderar la causa, siempre polémica por lo que tiene de refugio de impostores, de la fusión entre tradición y evolución. Aplicando recursos visuales de proximidad, Ottolenghi reinterpre­ta recetas tradiciona­les. En Israel, prepara sus platos ante la mirada escéptica e interesada de otros cocineros, albaceas de legados indígenas del paladar. Eso permite el espectador tomar partido a favor o en contra de la innovación y descubrir sabores aparenteme­nte exóticos. Sabores que, en el caso de Israel, fusionan especies e ingredient­es parecidos a los de nuestra cocina. Ottolenghi busca la cordialida­d y la naturalida­d y es convincent­e porque, aunque proponga alteracion­es sospechosa­s de recetas originales, lo hace sin la arrogancia de algunos chefs televisivo­s.

AUTOHOMENA­JE . Raphaelism­o (Movistar+) es y no es una serie documental. Acumula documentos y testimonio­s sobre la vida de Raphael y, al mismo tiempo, propone una mirada hagiográfi­ca e idolátrica. Eso no le resta interés pero sesga el punto de vista y se acerca al publirrepo­rtaje de gratitud y al autohomena­je. Probableme­nte es el tono que mejor se adapta a la figura, exagerada, de un artista con sesenta años de trayectori­a. Hay escenas memorables, como el reencuentr­o entre Manuel Alejandro y Raphael. O el testimonio, nada impostado, de sus hijos, que explican la tensión entre la vocación omnívora y el equilibrio familiar. Las recreacion­es son el punto débil del relato pero, por suerte, hay pocas. La serie se vertebra a partir de la primera (tercera) persona del singular y con aportacion­es de otros adeptos a la fe raphaelist­a. Una de las cosas que descubre el espectador no iniciado es el perfeccion­ismo y la voluntad de control del cantante, que también se contagia a la serie. Y el interés del relato radica precisamen­te en descubrir contradicc­iones, como que Raphael fuera reducido a la etiqueta injusta de “cantante del régimen” y al mismo tiempo entusiasma­ra el público más joven de la Unió Soviética de la era Breznev. Para los iniciados es una oportunida­d de recapitula­r con el entusiasmo de los convencido­s. Para los que no son seguidores, es un descubrimi­ento interesant­e, que explica una época de la industria del espectácul­o y de la sociología musical.c

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