Raphael, icónico y excesivo
Los organizadores neerlandeses de The voice of Holland anunciaron hace una semana la suspensión temporal del programa y el inicio de investigaciones inmediatas de denuncias sobre “conductas sexualmente transgresoras” y “abuso de poder” dentro del programa.
La red de medios RTL Nederland, donde se emitía el espacio, explicó que había recibido un correo electrónico del programa BOOS, de la organización pública de radio y televisión en los Países Bajos, en busca de su reacción a las denuncias sobre el concurso de talentos musicales que se recopilaban en un programa que se iba a emitir el jueves. RTL reconoció que las acusaciones eran “muy serias e impactantes” pero que “no las conocía”.
La situación se ha agravado tras la emisión el jueves del programa BOOS que contaba con el testimonio de decenas de mujeres vinculadas a The voice of Holland. La Fiscalía neerlandesa instó a las víctimas de acoso sexual y abuso de poder en este concurso a denunciar sus casos ante la policía. Las investigaciones las llevará a cabo un equipo especial de detectives y fiscales, y, aunque la Fiscalía admitió que “la obtención de pruebas en los casos de delitos sexuales suele ser difícil y requiere mucho tiempo”, aseguró que “no es imposible” lograr las evidencias para hacer justicia.
De momento se han recibido ya al menos tres denuncias por delitos sexuales, una contra el líder musical del programa, Jeroen Rietbergen (que dimitió el fin de semana tras reconocer su conducta inapropiada), y otras dos contra uno de los coach, el rapero neerlandés Ali Bouali (despedido por RTL).
El contenido de BOOS ha causado gran revuelo en Países Bajos también porque confirmaba que el magnate John de Mol, creador de este formato original en 2010 que después ha sido adoptado en numerosos países, habría sido informado ya en 2019 de las quejas de una víctima por acoso por parte de Rietbergen, que se da la circunstancia de que es su cuñado.
Según BOOS, al menos 19 mujeres se han pronunciado sobre acoso por parte de Rietbergen y otras 15 sobre un “comportamiento transgresor” por parte del director de otro departamento que no se ha hecho público. Otras niñas y mujeres jóvenes acusaron también al cantante y actor Marco Borsato, que ejerció de coach del programa desde 2010 a 2015, y de su versión infantil de 2012 a 2020.
Una de las víctimas denunció en el programa que el rapero Ali la violó hace ocho años, después de una visita a su estudio, y lamentó que, al no haber opuesto resistencia, se culpó a sí misma de lo ocurrido: “Sentí que él tenía tanto poder, que tenía que pasar lo que él quería. Así que me rendí, dejé que hiciera lo que él había planeado”, describió.c
Un acierto de La 2: El festín mediterráneo de Ottolenghi. Está a la altura de los grandes programas gastronómicos emitidos por la misma cadena. Se centra en el fenómeno Yotam Ottolenghi, un cocinero israelí que ha sabido liderar la causa, siempre polémica por lo que tiene de refugio de impostores, de la fusión entre tradición y evolución. Aplicando recursos visuales de proximidad, Ottolenghi reinterpreta recetas tradicionales. En Israel, prepara sus platos ante la mirada escéptica e interesada de otros cocineros, albaceas de legados indígenas del paladar. Eso permite el espectador tomar partido a favor o en contra de la innovación y descubrir sabores aparentemente exóticos. Sabores que, en el caso de Israel, fusionan especies e ingredientes parecidos a los de nuestra cocina. Ottolenghi busca la cordialidad y la naturalidad y es convincente porque, aunque proponga alteraciones sospechosas de recetas originales, lo hace sin la arrogancia de algunos chefs televisivos.
AUTOHOMENAJE . Raphaelismo (Movistar+) es y no es una serie documental. Acumula documentos y testimonios sobre la vida de Raphael y, al mismo tiempo, propone una mirada hagiográfica e idolátrica. Eso no le resta interés pero sesga el punto de vista y se acerca al publirreportaje de gratitud y al autohomenaje. Probablemente es el tono que mejor se adapta a la figura, exagerada, de un artista con sesenta años de trayectoria. Hay escenas memorables, como el reencuentro entre Manuel Alejandro y Raphael. O el testimonio, nada impostado, de sus hijos, que explican la tensión entre la vocación omnívora y el equilibrio familiar. Las recreaciones son el punto débil del relato pero, por suerte, hay pocas. La serie se vertebra a partir de la primera (tercera) persona del singular y con aportaciones de otros adeptos a la fe raphaelista. Una de las cosas que descubre el espectador no iniciado es el perfeccionismo y la voluntad de control del cantante, que también se contagia a la serie. Y el interés del relato radica precisamente en descubrir contradicciones, como que Raphael fuera reducido a la etiqueta injusta de “cantante del régimen” y al mismo tiempo entusiasmara el público más joven de la Unió Soviética de la era Breznev. Para los iniciados es una oportunidad de recapitular con el entusiasmo de los convencidos. Para los que no son seguidores, es un descubrimiento interesante, que explica una época de la industria del espectáculo y de la sociología musical.c