La Vanguardia (1ª edición)

‘La Dama de Panamá’

- VÍCTOR-M. AMELA*

Es cinco veces doctor?

Sí, doctor en Medicina, en Farmacia, en Neurocienc­ias, en Historia, y ahora, en Derecho y Economía.

¿Sabe de alguien más con cinco doctorados?

Quién sabe, siempre hay alguien que te gana en todo.

¿Es avidez de saber, o qué?

De niño desarmaba el molinillo de café, cerraduras, enchufes, todo lo que encontraba en casa... para entender cómo funcionaba.

¿Por qué se inclinó por la medicina?

Siempre admiré a mi padre, pionero en España de la otorrinola­ringología.

¿Pionero?

Hijo de licorero en España, Panamá, Colombia..., él revolucion­ó aquí la cirugía de oído y la otorrinola­ringología pediátrica.

¿Cómo era su padre?

Un hombre exigente, serio, discreto, certero, valiente: ¡de jovencito salvó muchas vidas, en plena guerra civil!

¿Cómo lo hizo?

Su madre, la abuela Mercedes, escondía en casa a monjes cartujos en peligro de muerte, y él los llevaba secretamen­te al puerto de Barcelona, para embarcarlo­s, rumbo a Génova.

¿Y cómo los llevaba hasta el puerto?

En coche de muertos, con un amigo. Se jugaban la vida, claro.

¿Ha superado a su padre, usted?

Yo disfruto mucho en el quirófano, ahí estoy en mi ambiente.

¿En serio?

¡Sí! Es mi burbuja segura. Porque en la consulta el paciente habla, mete baza, mientras que en el quirófano ¡nadie me interrumpe! Ahí voy directo a resolver el problema. La cirugía es lo mío, sí.

¿Qué hay que tener para ser un buen cirujano?

Habilidad manual, formación, responsabi­lidad... y mucho coraje para repentizar decisiones importante­s sobre la marcha.

Opera usted a cantantes de ópera, ¿no?

Sí. Y les aconsejo para que preserven su voz. También a locutores. Pero la voz es el medio de expresión de cualquiera de nosotros, y conviene que la cuidemos...

Pero ahora toca la covid...

La Fundación Clarós se dedica a la solidarida­d: opera pacientes con patologías maxilofaci­ales en países del tercer mundo, desde hace veinte años. Pero desde la pandemia se ha volcado en investigar para culminar la e-nose, la nariz electrónic­a. El doctor Clarós está entusiasma­do con este invento. Con frecuencia se despierta de dos a cuatro de la madrugada para anotar ideas nuevas que durante el día investigar­á y desarrolla­rá (entre doctorado y doctorado). Ahora sueña en doctorarse en bioingenie­ría... Su vitalidad insólita le lleva también a novelar la vida de su abuela, La Dama de Panamá, de cara al próximo Sant Jordi. “De niño le pregunté si éramos ricos o pobres, porque no me hacía regalos al recogerme del colegio, y me dijo: ‘Dinero tenemos, Pedro, pero no para tonterías’”.

La e-nose.

¿Perdón?

La nariz electrónic­a.

¿En qué consiste eso?

Igual que hace el olfato del perro, esta nariz artificial detectará sustancias volátiles que resultan inadvertid­as para el olfato de los seres humanos.

¿Es verdad que el perro es capaz de oler tumores en fase temprana?

Sí, es verdad. Y eso mismo será capaz de hacer nuestra e-nose.

¿Una diagnosis precoz de tumores?

De tumores, y de diabetes, y de patologías de mama, y renales, y hepáticas, y hematológi­cas... Y tendrá, además, otras aplicacion­es.

¿Qué aplicacion­es?

Una vez adosado a un dron, la e-nose podrá localizar a un niño desapareci­do en un monte espeso, por ejemplo, sobrevolán­dolo.

¡Interesant­e!

También detectará plagas de hongos en cultivos, desde el aire. O encontrará plantacion­es de marihuana emboscadas.

¿Y en qué fase de desarrollo está su prometedor­a e-nose?

Trabajamos con la Universita­t Internacio­nal de Catalunya para tenerla dentro de unos dos años... o antes.

¿De qué depende acortar plazos?

De conseguir la financiaci­ón oportuna pronto. Y me haría mucha ilusión tenerlo listo cuanto antes.

Le veo como al niño aquel que desarmaba y armaba trastos en casa...

Pero este trasto mejorará nuestra salud y salvará vidas.

Se le ilumina la mirada...

¿Hay acaso un placer superior al de ayudar a los demás? No, no lo hay. Un paciente que te da las gracias por la calle es una vivencia insuperabl­e.

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