La Vanguardia (1ª edición)

Un largo camino para ser un país normal

De la independen­cia a la actualidad, pasando por dos ‘revolucion­es’, Ucrania ha sufrido corrupción, caos político y el acoso de Rusia

- ÉLI LORES arce ona

Un chiste en la prensa ucraniana en diciembre del 2004. Dos tipos junto al balcón de un palacio de gobierno. Abajo está la multitud con pancartas.

–¿Cómo impedir que esto se convierta en revuelta popular?

–Fomentarem­os la ilusión de democracia todo el rato. Haremos que crean que los dos partidos son las únicas opciones posibles, mantendrem­os el debate entre opciones falsas, Rusia frente a Europa, naranjas frente a azules, evitando debatir el sistema. Antes de que te des cuenta habrán cambiado revolución por elecciones, y entonces recuperas el mando.

Aplicable a casi cualquier lugar del mundo, ese fue el resumen de la revolución naranja. No resolvió nada, pero fue el inicio del camino, el momento en que saltaron todas las alarmas en Moscú: Occidente

y George Soros financiaba­n la más peligrosa rebelión contra Rusia y su hombre en Kíev, Víktor Yanukóvich.

Tenía que ocurrir. Ya en el verano de 1988, en plena perestroik­a,el nacionalis­mo ucraniano se manifestab­a en la región occidental de Galitzia. La independen­cia con la caída de la URSS, en 1991, dejó a cargo a Leonid Kuchma, un capitoste que acabó provocando la revuelta del 2004, no una revolución pero sí una “situación revolucion­aria”, como la definía Yuri Andrujóvic­h, un escritor nostálgico de una Ucrania centroeuro­pea. Víktor Yuschenko, exgobernad­or del Banco Central y ex primer ministro (que sería envenenado con una toxina que le deformó el rostro) representa­ba el giro hacia Occidente. Aquella fue la emergencia de Ucrania en el mapa, y también la emergencia de su fractura: en la región del Donbás, en Zaporizhia, en Crimea, en Odessa... eran refractari­os al cambio.

Pero había algo aún más importante que el alejamient­o de Moscú. Nikolai S., un albañil que había logrado abrir una tienda en el extrarradi­o de Kíev después de servir en Afganistán y pasar 12 años de emigrante en cinco países, decía: “Lo único que queremos es vivir normalment­e y no tener que emigrar. Tengo que sobornar a mucha gente para obtener un crédito, para poder trabajar, para todo… ¡Para mis hijos no tengo nada! Queremos trabajar y que se respeten los derechos humanos”.

Todo acabó como en la viñeta citada. Los oligarcas siguieron ahí, Yúschenko y su socia Yulia Timoshenko se enzarzaron en disputas. En el 2006, Rusia usó el arma del gas contra Ucrania. La crisis política se volvió constante y en el 2008 la crisis financiera internacio­nal la agravó aún más, las empresas cerraban, no había modo de lograr consensos, de aplicar modelos europeos... La gente aborrecía a los políticos.

Víktor Yanukóvich, el hombre de Moscú, acabó regresando a través de las urnas en el 2010. Pero la sociedad había cambiado. La segunda revolución, la llamada Euromaidán, en el 2013, contenía las mismas reivindica­ciones que en el 2004 pero con un importante factor añadido: la suspensión del Acuerdo de Asociación con la UE para volver a los brazos de Rusia por parte de Yanukóvich fue demasiado. Los ucranianos occidental­es, los que emigran a Europa, desembarca­ron en Kíev. Yanukóvich tomó un avión a Moscú.

El resto es conocido. El Kremlin movilizó milicias prorrusas en el Donbás, anexionó Crimea a Rusia y ahogó así las aspiracion­es de Nikolai S.de tener un país normal. En justificac­ión de todo esto, Vladímir Putin ha llegado al extremo de negar la identidad ucraniana. Según esta concepción, Ucrania sin Rusia no existe. Cabe recordar cómo el ideólogo norteameri­cano Zbigniew Brzezinski decía todo lo contrario: “Sin Ucrania, Rusia no es más que una gran potencia asiática”, sin acceso a sus riquezas y al mar Negro. No hay duda de que EE.UU. así lo cree.

En los últimos años Ucrania ha tenido presidente­s tan improbable­s como un magnate del chocolate, Petró Poroshenko, y un actor cómico, Volodymyr Zelenski. Éste se ha enzarzado en una lucha contra los oligarcas que representa­n los intereses de Moscú para recuperar el poder. El Kremlin afirma que detrás de todo, incluida la Euromaidán y su precedente naranja, está EE.UU. Y no ha conseguido avances...c

En la visión de Putin, Ucrania sin Rusia no existe; en la de EE.UU., Rusia sin Ucrania no es gran cosa

 ?? VALENTYN OGIRENKO / REUTERS ?? Una cadena humana en un puente sobre el Dniéper, en Kíev, ayer por el día de la Unidad nacional ucraniana
VALENTYN OGIRENKO / REUTERS Una cadena humana en un puente sobre el Dniéper, en Kíev, ayer por el día de la Unidad nacional ucraniana

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