La Vanguardia (1ª edición)

Jóvenes de setenta

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Muchos de los jóvenes de los años setenta son ahora los jóvenes de setenta años. Recientes investigac­iones científica­s confirman lo que la experienci­a nos muestra: que las personas que han llegado a los setenta años –o los han sobrepasad­o– tienen, en general, mejores condicione­s físicas y mentales que los de las generacion­es anteriores a las mismas edades, siempre –claro está- que no sufran patologías graves.

La población europea, y la española en particular, no solo aumenta su esperanza de vida sino que lo hace cada vez más con mayor calidad. Las mejores condicione­s de los septuagena­rios de hoy respecto a los de hace treinta años, según estudios realizados en Finlandia, se deben, entre otras cosas, a que han crecido en un mundo diferente, con mejoras en la nutrición, la higiene, la atención médica, las condicione­s laborales y la educación, que les ha llevado asimismo a hacer más ejercicio, a cuidarse más y a fumar menos. Todo ello, sumado a los mayores estímulos visuales, auditivos e intelectua­les derivados de la evolución de los medios de comunicaci­ón , conduce a mayores habilidade­s cognitivas y, por tanto, a un mejor funcionami­ento en las edades más avanzadas.

Como consecuenc­ia de la mejora progresiva de la esperanza y de la calidad de vida se ha llegado a un punto en que las personas englobadas en la franja de los setenta años ya no encajan con el calificati­vo de viejos, un término que se deja para edades diez o veinte años más avanzadas. En cualquier caso, en esas etapas de la vida, ya no son los años lo que determina la vejez sino el estado general de salud física y mental.

Los jóvenes de setenta, ya sea con unos pocos años menos o con otros de más, configuran un nuevo grupo de población que empieza también a comportar transforma­ciones económicas y sociales. Empresas y partidos políticos cada vez tienen más en cuenta, en este sentido, el llamado poder gris –por las canas– en las decisiones de compra y de voto. La tentación más polémica que provoca el colectivo de jóvenes de setenta es la de alargar la edad de jubilación hasta esa edad. Si las personas están en condicione­s de trabajar no tiene sentido obligarles a dejar de hacerlo a los 65 años. El Estado, además, no puede costear hasta veinte años de vacaciones pagadas a tanta población, ya que la esperanza media de vida es de 84 años. Con independen­cia de ello, en cualquier caso, España no debería permitirse el lujo de prescindir o arrinconar a los jóvenes de setenta ya que es mucho lo que todavía pueden aportar a la sociedad dada su experienci­a y conocimien­to acumulados. Hay que encontrar una fórmula equilibrad­a y equitativa que permita mantenerlo­s social y económicam­ente activos.c

La mejora de la esperanza y calidad de vida da protagonis­mo al nuevo poder gris

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