Animales de compañía

Desde que una ley regula que los animales de compañía deben ser considerados legalmente “seres vivos dotados de sensibilidad” trato de acercarme a los perros de mis vecinos con mayor delicadeza. Yo era de las que evitaban ser invitadas a comer en casas en las que viven animales y menos aún en aquellas donde a los cariñosos dueños (perdón, sus humanos de referencia) les gusta alimentarlos por debajo de la mesa, pero tendré que hacerme a la idea si no quiero ser apartada de la sociedad.

No he entendido nunca cómo algunos humanos dejan que sus mascotas duerman sobre su cama, ni mucho menos que se dediquen a besuquearlas. Eso sí, les veo una gran utilidad para obligarte a salir a la calle y pasearlas; quizá sea una de las pocas razones que justifican la convivencia con un perro, pues ya sabemos lo vagos que podemos llegar a ser los humanos si no tenemos necesidad de abandonar el nido. Que no te guste tener un perro en casa, y mucho menos un gato, no significa que odies a los animales; tampoco tengo hijos y de eso no se deriva que sea una descendiente de Herodes; en realidad los que no me hacen mucha gracia son los dueños de perros, sobre todo los que te cantan las ventajas de sus animales de compañía y lo bonito que es que alguien te quiera de ese modo incondicional, que si son tan fieles, que si te esperan al otro lado de la puerta y alborozados se enredan en tus piernas cuando entras en casa...

Por lo de los gatos sí que no paso, no solo no tienen conversación, a esos animales les tengo miedo, no me fío ni un pelo, pero todos mis respetos para los perros guía, los perros entrenados para buscar personas entre los escombros o alijos de droga, los perros policía y otros profesionales de la raza perruna. Maldigo a los que los maltratan, pero no acabo de entender a los que los idolatran y eso que tienen toda mi consideración quienes les dan refugio y les curan los traumas de haber sido heridos por animales humanos. En fin, que no sé qué hago en la vida sin perrito que me ladre.c