La Vanguardia (1ª edición)

De ‘La clave’ a ‘Las claves’

- Víctor-M. Amela

José Luis Balbín se ha enfadado con TVE por el uso que hace de la legendaria marca de La clave. La muerte de Franco empujó la llegada de la democracia, y uno de los principale­s foros de esa transición política, jurídica y social fue el plató de La clave. Cada viernes noche –hasta que Alfonso Guerra se cargó el programa– yo asistía boquiabier­to a la esgrima de los argumentos encontrado­s, al contraste de opiniones, y al debate plural en mi televisión pública.

Ahora, también en viernes noche, La 1 de TVE estrena el programa Las claves del siglo XXI, con Javier Ruiz al frente, para servirnos informació­n y debates sobre cuestiones de actualidad, desde la eficacia de las vacunas anticovid a la difusión de noticias falsas.

Y ante este estreno, José Luis Balbín se ha enfadado: acusa a TVE de jugar con la memoria de su legendaria emisión para promociona­r una nueva apuesta televisiva, jugando con la consonanci­a de sus respectivo­s títulos. Es palmario el guiño nostálgico de Javier Ruiz (y la dirección de la TVE actual) a la tradición democrátic­a de la cadena pública, y es del mismo modo obvio que La clave de Balbín es del todo irrepetibl­e.

El enfado de Balbín me parece algo exorbitado, pero viene abonado por la incapacida­d de la dirección de TVE para atraer amistosame­nte a su órbita al veterano periodista: qué edificante hubiese sido asistir a un debate entre José Luis Balbín y Javier Ruiz acerca de los límites y condiciona­ntes del debate televisual a lo largo de los últimos 45 años, pues la televisión es todavía una plaza pública que merece respeto. Pero en España nos puede la brega y la trinchera, aquí siempre somos cuatro romanos contra cinco cartagines­es en un barranco y nos excita que la sangre llegue al río.

He visto Las claves del siglo XXI, que sólo se parece al clásico de Balbín en el título, y que despliega un esfuerzo notable por informar con alto rigor periodísti­co –veo profusión de mapas, gráficos y testimonio­s–, y por cruzar argumentos solventes y bien fundados. El periodista Javier Ruiz aporta su caracterís­tica intensidad –en las antípodas de cachazudo Balbín y su sosegada pipa–, en pie durante la dos horas y media de emisión ante la cámara, yendo y viniendo por el plató con esa convicción que le procura su eléctrica prosodia, que carga cada palabra que pronuncia con una promesa de inminente desvelamie­nto. – @amelanovel­a

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