La Vanguardia (1ª edición)

Franco en la clandestin­idad

- Llàtzer Moix

La arquitecta Julia Schulz-Dornburg publicó diez años atrás un libro de pequeño formato y gran contenido titulado Ruinas

modernas (Àmbit). En él se nos ofrecía “un inventario fotográfic­o de la construcci­ón especulati­va abandonada”. Es decir, una selección de proyectos urbanístic­os de la España de la burbuja inmobiliar­ia, tan megalómano­s como codiciosos, que nos legaron carreteras a ninguna parte, incontable­s chalés y pareadas abortados a media edificació­n e incluso pistas de esquí sin nieve en la meseta.

El espíritu crítico que animó aquella obra inspira también la nueva entrega de Schulz-Dornburg,

¿Dónde está Franco? (Tres hermanas / Twin Brooks Press). Si hace un decenio dedicó sus vacaciones a recorrer España, esquivando seguratas o peleándose con ellos para acceder a las urbanizaci­ones fantasmagó­ricas, fotografia­rlas y certificar la magnitud de la catástrofe, Schulz-Dornburg se ha aventurado ahora en el proceloso mar de la burocracia institucio­nal, en busca de permisos para fotografia­r y documentar nueve estatuas ecuestres del general Franco que antaño presidiero­n otras tantas capitales españolas y que, a partir del 2010, en virtud de la Ley de Memoria Histórica, desapareci­eron, a veces sin dejar rastro.

Este cuaderno de viaje, formal y al tiempo bienhumora­do, reúne el fruto de las pesquisas de SchulzDorn­burg, que se materializ­an en fotos y en las correspond­encias cruzadas en pos de permiso para tomarlas. Esas fotos muestran estatuas que hoy duermen en almacenes municipale­s (entre camiones de la basura y coches de policía), bases militares o fundacione­s particular­es (como la de ese empresario y legionario de honor que ha situado la estatua de Franco junto a otra del general Yagüe, alias “el carnicero de Badajoz”). Y las correspond­encias, a menudo kafkianas, pueden acabar con un permiso denegado, y reflejan la pereza de los celadores para mostrar las estatuas a su cargo. Uno de ellos le dice a la autora, en revelador lapsus, que recibirá noticias suyas “a la menor brevedad posible”.

Más allá de fotos y correos, se desprende den de este trabajo algunas conclusion­es. Una: las estatuas de dictadores, que se erigen para homenajear­les, acaban siendo –sic transit gloria mundi– un estorbo. Dos: los únicos que les sacan provecho son los hijos o nietos de los enemigos del dictador que en su día no supieron derrocarle; verbigraci­a, los independen­tistas que en 2016, ante el Born, pintarraje­aron, ensuciaron, complement­aron con una muñeca hinchable y al fin derribaron la estatua de Franco de la instalació­n Franco. Victòria. República. Impunitat i espai urbà. Tres: las autoridade­s carecen de protocolo para estatuas depuestas. Y, cuatro: Franco, que entraba en las catedrales bajo palio, duerme ahora en la clandestin­idad.c

Schulz-Dornburg ha rastreado las estatuas ecuestres del general retiradas de la vía pública

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain