El pintor que se transformó en gitano
Los Espais Volart reivindican la obra de Luis Claramunt, eclipsada por el personaje
Ya fuera invierno o verano, el pintor Luis Claramunt (Barcelona, 1951-Zarauz, 2000) siempre salía a la calle enfundado en el personaje que se había creado, “con la misma chaqueta negra y los cabellos completamente pringados de aceite de oliva, como un patriarca gitano”. Para la arquitecta Sílvia Martínez Palou, autora de una tesis sobre el artista (Cuaderno de bitácora ), la transformación de Claramunt en gitano fue una forma de liberarse de sus orígenes burgueses -era hijo de madre pianista, Petri Palou, y padre decorador y había estudiado en el Liceo Francés- y llevó su metamorfosis hasta las últimas consecuencias: abandonó su aspecto de niño bien, aprendió a hablar en caló, crió gallos de pelea con los que competía en el barrio de La Mina, se zambulló en el mundo del flamenco e incluso se dedicó a la venta ambulante.
“No fue casual ni natural, sino completamente premeditado”; como si se tratara de una obra, creó el personaje que “encajara mejor en aquella vida más intensa que quería vivir”, recuerda Martínez Palou, ahora también comisaria junto a Àlex Susanna de Naufragios y tempestades ,la gran retrospectiva que dedican los Espais Vol ART de la Fundació Vila Casas con la que quieren reivindicar a un pintor extremadamente singular y prolífico, aunque poco conocido y prácticamente olvidado.
Luis Claramunt que inspiró el personaje protagonista de El amante bilingüe, la novela de Juan Marsé, murió a los 49 años poco después de que inundara su pintura de una brumosa luz blanca por la que navegan barcos a la deriva. En la última sala de la exposición, donde se presentan sus trabajos finales, vemos en el interior de una urna, como si se tratara de un tesoro, la única pertenencia que le acompañó a lo largo de su vida nómada, la maqueta de un barco que encontró en la basura. Autodidacta, Claramunt nadó siempre a contracorriente, pero la singularidad de aquel personaje bohemio y solitario que recorría la noche de barra en barra y de bar en bar con la actitud de un flâneur “ha acabado eclipsando su obra”, señala Susanna. “Veintidós años después de su desaparición podemos ver su trabajo sin estar condicionados por el personaje que creó, valorar su pintura, en la que se dejó la piel, ahora que él mismo se ha transformado en sus cuadros”. La exposición, que reúne 180 obras, además de numerosos dibujos y grabados, procedentes de hasta cincuenta colecciones, es la más importante después de la realizada en el Macba y el MNAC en el 2012.
Naufragios y tempestades, estructurada en catorce salas, cada una correspondiente a una serie diferente (a menudo cubría las paredes de telas blancas y las realizaba simultáneamente, a veces en una sola noche), resigue los pasos de Claramunt desde el joven de 18 años que se instala en el Chino y pinta con una tonalidad oscura y dramática lo que ve a su alrededor, la plaza Reial, las azoteas del Raval, los bares..., que a veces convierte en escenario de sus lecturas literarias, como en la serie La Isla del Tesoro. Se trasladará luego a Sevilla, una ciudad que parece siempre nocturna a sus ojos y desde donde realizará numerosas escapadas a Marrakech, donde experimentará un cambio radical, introduciendo personajes de la vida cotidiana que están en movimiento o se vuelven transparentes para dejar ver lo que sucede detrás de ellos. “Se iba con un rollo de lienzos en blanco y volvía pletórico con las telas pintadas. Era un apasionado de su obra”, explica Juana de Aizpuru, quien además de su galerista y mentora, fue “amiga, familia, compañera”. Claramunt no tenía carnet de identidad ni Seguridad Social, pero era “galante, sensible, sublime, un intelectual” que disfrutó enormemente, de la amistad y la charla de los alemanes Martin Kippenberger y Albert Oehlen, recuerda. En los noventa, ya en Madrid, su pintura se vuelve cada vez más depurado y personal hasta llegar a esos barcos a los que su propia enfermedad parecen dirigir a la deriva.c
La exposición recorre todas las series y etapas del artista que inspiró ‘El amante bilingüe’ de Juan Marsé