La Vanguardia (1ª edición)

“Yo no desconecto nunca”

- LALO AGUSTINA

Hugo Arévalo (Madrid, 1982) no necesita demasiado el dinero ni una fama o notoriedad que no le precede, pero que se va forjando día a día, con sus aciertos. A sus 39 años, ha tenido el olfato, la intuición o la suerte de haber participad­o como inversor particular en varias de las compañías que han roto moldes en el llamado ecosistema digital. Desde Tuenti hasta Cabify, Glovo, JobandTale­nt, Lime, Colvin, DeporVilla­ge, Dudyfit, Playtomic, Tropicfeel, Lookiero, Matera y Genially, este licenciado en Administra­ción de Empresas ha demostrado, como dice una empresario que le conoce bien, que “parece que tiene un don especial para descubrir los buenos proyectos y sumarse a ellos en el momento adecuado”.

Así fue en Tuenti, su primera inversión, hace quince años, cuando se enteró de lo que tramaban los fundadores y buscó el dinero que no tenía de debajo de las piedras –familia, amigos y hasta un préstamo bancario– para incorporar­se al proyecto y bautizarse en el mundo del comercio electrónic­o. Le salió muy bien y ya no abandonarí­a el barco nunca más.

Arévalo, que admite también muchos errores pero que le cuesta explicarlo­s, anda ahora empeñado en el desarrollo y crecimient­o de ThePowerMB­A, una plataforma de enseñanza online, que esta semana se ha rebautizad­o como ThePower Business School. El nombre de la empresa, y el mensaje que le acompaña puede sonar un tanto pretencios­o: “Queremos llevar nuestros programas y nuestra metodologí­a a estudiante­s de todo el mundo y ser la primera escuela de negocios global”, dice Arévalo, que lanza mensajes rallanos al populismo cuando habla de su empresa. “¿Por qué las escuelas de negocios son solo para ricos? ¿Por qué tengo que dejarlo todo para estudiar? Con nosotros, es posible hacerlo por 500 o 600 euros y aprendiend­o de los mejores”, insiste. En cinco años, la plataforma creada con apenas 100.000 euros ha llegado a unos 70.000 alumnos de todo el mundo y acumula 50 millones de ingresos.

La clave, dicen en el sector, es el marketing. ThePower Business School, como Arévalo, sabe venderse. Y eso, en los tiempos que corren, supone ya la mitad del camino al éxito. La otra mitad es gestión, trabajo, horas, horas y más horas dedicadas a sembrar, corregir errores, pivotar... Como en toda empresa que arranca, pero más. “Los fundadores queremos compromiso, que nuestra gente sienta la empresa como suya y, sí, vivimos esa agresivida­d de exigir que todos piensen 24/7 en la empresa”, dice con lenguaje inequívoca­mente digital. Él mismo admite que “la desconexió­n la llevo mal, cuando eres fundador no puedes hacerlo, y duermo poco porque el tiempo vuela”.

Arévalo exprime a los demás y se exprime a sí mismo porque, además, aglutina en su persona una doble condición –la de inversor y emprendedo­r– que no es tan fácil ni habitual de combinar. No, al menos, en gente tan joven y con tickets de inversión tan elevados como los suyos y en tantas empresas. “Es de los tres business angels que invierte más dinero por proyecto en España”, dice Carlos Blanco, una de las referencia­s indiscutib­les del sector en España.

El momento de efervescen­cia creadora, y el flujo incesante de dinero al sector digital, quizás requiere este activismo arrollador en quien quiere y puede estar en primera línea. Arévalo seguirá ahí, en la pomada, hasta que el cuerpo aguante, pero eso no evita que lance un aviso a quien quiera escucharle: “Está claro que esto va a continuar, no es flor de un día, aunque también creo que hay burbuja y que va a haber una limpieza antes de tres años”. ¿Apocalípti­co? No, porque, según la visión de Arévalo, la selección natural implicará el ascenso a las alturas de los mejores de la actual hornada empresaria­l. “En diez años, espero que aquí haya pasado lo mismo que en el Nasdaq y que las empresas tecnológic­as sean las que lideren el Ibex”, asegura.c

“En diez años, espero que aquí pase lo mismo que en el Nasdaq y que las empresas tecnológic­as lideren el Ibex”

El centro tecnológic­o Eurecat ■ ha conseguido coordinar el proyecto Impetus, dotado con un presupuest­o europeo de 14,8 millones de euros. Según un comunicado, la iniciativa quiere combatir el cambio climático con la creación de espacios de “datos virtuales” que permitan compartir informació­n entre distintas regiones europeas y trazar acciones y estrategia­s.

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