Los euroescépticos veían la ruptura con Bruselas como el camino hacia un liberalismo a ultranza
El electorado conservador británico, un año después de que se consumara de lleno la salida de la Unión Europea y acabara el periodo de transición, está dividido en tres grupos. El primero son los enfadados (algunos furiosos) con el bunga bunga (fiestas berlusconianas, exagerando un poco) de Downing Street, la arrogancia y la mala gestión del Gobierno. El segundo son los desencantados con el rumbo del país en general, preocupados por la economía. Y el tercero, quienes se sienten traicionados por las políticas “social demócratas” de Boris Johnson, las subidas de impuestos, el incremento de regulaciones, el gasto público, las costosas medidas en defensa del medio ambiente y el “desperdicio” del Brexit.
Estos últimos, liderados por bastiones del conservadurismo como el Daily Telegraph, son el auténtico motor detrás de la campaña para derrocar al primer ministro. Los enfadados, los preocupados y los decepcionados pueden hacer ruido, pero en el fondo tendrían las manos atadas a la hora de ventilar su ira porque no hay elecciones generales hasta por lo menos finales del año que viene.
Los conservadores tradicionales ven un tinte socialdemócrata en el planteamiento económico de Johnson
Pero el amor se puede convertir fácilmente en odio, y no hay nadie más peligroso que quien se siente víctima de una traición, como es el caso de los tories de la Inglaterra rural próspera, los jubilados del campo con una buena pensión, los vicarios, capellanes y militares retirados, las señoras de una cierta edad que toman el té y cuidan sus jardines, los propietarios de pequeños negocios y los diputados que los representan en la Cámara de los Comunes. Piensan que Johnson les ha clavado un puñal y están dispuestos a responderle de la misma manera.
Para este sector del electorado en general, pero sobre todo del conservadurismo, la Gran Bretaña del 2022 -dos años después de la salida oficial de la UE y pasados trece meses desde la conclusión del acuerdo comercial con Bruselases todo lo contrario de lo que soñaban. Los problemas del Brexit son evidentes (falta de suministros, burocracia, reducción de las exportaciones e importaciones con Europa…), pero sus ventajas (mayor competitividad, menos regulaciones, posibilidad de divergir…) no se ven por ninguna parte. El paraíso prometido ha resultado ser por ahora como el espejismo de un oasis en el desierto. Johnson lleva la nave del país hacia los acantilados siniestros de la inflación, el incremento del coste de la vida, los impuestos más altos en setenta años (desde MacMillan), un déficit y una deuda pública monumentales.
Johnson ganó con autoridad las elecciones porque la mayoría de votantes creyó que era el único líder capaz de hacer realidad el Brexit (lo cual resultó cierto). La fórmula de su éxito consistió en forjar una peculiar coalición de tories de toda la vida, thatcheristas con una fe absoluta en las virtudes de la empresa privada y la acción individual en oposición a la intervención estatal y el keynesianismo económico, y laboristas
La cuestión del Ulster sigue abierta por la constante amenaza británica de incumplir los acuerdos suscritos
euroescépticos de las ciudades pequeñas deprimidas de Inglaterra, de nivel adquisitivo discreto, afectados por la desindustrialización, que decidieron prestarle el voto para que redujera la inmigración, cortara los lazos con la UE e hiciera un esfuerzo, como prometía, por igualar el Norte pobre y el Sur rico del país. Los segundos están
Los votantes de la Inglaterra rural rica no están dispuestos a hacer sacrificios por el medio ambiente
aún dispuestos a darle una oportunidad. Los primeros, no.
Históricamente, los británicos han tenido dos razones para votar tory, una negativa y otra positiva. La negativa, frenar al Labour, impedir la implementación de políticas social demócratas, combatir