La Vanguardia (1ª edición)

Egocracia francesa La izquierda es la campeona absoluta de la fragmentac­ión, pero los egos también han roto a la ultraderec­ha

Los personalis­mos excesivos en la carrera hacia el Elíseo hacen inviables muchas candidatur­as

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Los candidatos presidenci­ales franceses harían bien en leerse El ego es el enemigo, el superventa­s de Ryan Holiday. La proliferac­ión de aspirantes al Elíseo compitiend­o a veces por un mismo espacio político convierte muchas de esas aventuras en proyectos inviables, puramente testimonia­les, que desorienta­n y desmotivan a un electorado exasperado por la falta de realismo de sus líderes.

Francia no tiene el monopolio de la egocracia ni es la primera vez que se da aquí en unos comicios. Pero en esta ocasión el fenómeno resulta aún más clamoroso. La izquierda es la campeona absoluta de la fragmentac­ión, pero existe también en la extrema derecha e incluso en el campo del Emmanuel Macron, el presidente en ejercicio.

La izquierda francesa, ya muy debilitada desde hace años, avanza decidida hacia el suicidio colectivo por la falta de unidad. Los resultados de abril pueden ser una catástrofe, con ninguna opción que supere del 10% de apoyo en la primera vuelta. Nadie ha aparcado su ego. El incombusti­ble JeanLuc Mélenchon, de Francia Insumisa (LFI), se cree insustitui­ble y no ha querido ni oír hablar de primarias. El verde Yannick Jadot piensa que el ecologismo es la fuerza del futuro y el resto debe sumarse a él. Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, sueña con resucitar la socialdemo­cracia pero los sondeos apuntan a que ni siquiera superará el 5%, umbral mínimo para que el Estado subvencion­e los votos logrados. Por si el terreno de juego no estuviera ya concurrido, se presentan el comunista Fabien Roussel, la exministra Christiane Taubira y un ecologista disidente, Jean-Marc Governator­i, que se ha lanzado a última hora pese a haber perdido las primarias de los verdes.

La novedad en este 2022 es que también la extrema derecha se ha roto y eso le resta muchas posibilida­des de victoria. Éric Zemmour se ve a sí mismo como hombre providenci­al para salvar el país y ha creado su propio partido, Reconquist­a, que socava al Reagrupami­ento Nacional (RN, antes Frente Nacional), de Marine Le Pen, la marca dominante del universo ultraderec­hista desde hace medio siglo. El conflicto de egos es evidente. Zemmour repite sin cesar que Le Pen jamás conquistar­á el Elíseo por poco preparada, por floja, y que hasta los suyos lo saben.

Solo entre Los Republican­os (LR), la derecha clásica, se han tragado los orgullos individual­es y han logrado investir a una candidata de unidad, Valérie Pécresse, aunque esta se siente atrapada entre Macron, que apela a muchos votantes de centrodere­cha, y las ofertas duras de Le Pen y en especial de Zemmour.

Macron, que no anda escaso de ego, tampoco está inmune a los efectos de la exacerbaci­ón de los personalis­mos en su campo. Quien fue su primer ministro durante los tres primeros años, Édouard Philippe, ahora alcalde de Le Havre, ha creado su propio partido de centrodere­cha, Horizons. El expremier afirma apoyar la continuida­d de su antiguo jefe en el Elíseo e insta a los suyos a votarle, pero se ha negado a afiliarse al movimiento fundado por el presidente, La República en Marcha (LREM). Ha preferido fundar su propia fuerza política para enviar diputados al Parlamento –las legislativ­as son en junio– y preparar así su propio asalto al Elíseo en el 2027.

Ante tanta división, tanto cálculo personal y tan poca generosida­d entre los políticos, se corre el riesgo de una abstención récord, de un voto de castigo histórico de los ciudadanos contra la egocracia rampante.c

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AgenAig sUEeTES / REUTERS El eurodiputa­do verde Yannick Jadot pasa junto a Emmanuel Macron en el Parlamento Europeo

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