La Vanguardia (1ª edición)

Italia elige a su jefe de Estado entre la incertidum­bre por el futuro de Draghi

Los partidos esconden sus cartas ante un voto que podría poner fin al Gobierno

- ANNA BUJ Roma. Correspons­al

Italia entra hoy en terreno desconocid­o. Después de siete años de mandato, el presidente de la República, Sergio Mattarella, un faro moral y la figura más respetada por sus compatriot­as, está haciendo oficialmen­te las maletas. Todos los ojos del país estarán puestos esta tarde en el palacio de Montecitor­io, sede de la Cámara de Diputados, donde se llevará a cabo la primera de las votaciones de la que es la contienda por el poder más importante del año: la elección del presidente de la República, el jefe de Estado, un cargo que en este país es mucho más que meramente ceremonial. El presidente es clave en la resolución de las recurrente­s crisis políticas italianas, y por eso ningún partido quiere renunciar a colocar en el puesto a alguien de su influencia.

La cita es también por primera vez una doble partida de ajedrez. Mario Draghi, expresiden­te del Banco Central Europeo, podría acabar siendo el primer jefe del Ejecutivo en activo en mudarse al palacio del Quirinal, sede de la presidenci­a. Sería una elección sin precedente­s, que obligaría a aplicar una ley de 1988 que encomienda de manera temporal el cargo de primer ministro al ministro más anciano, actualment­e el de Administra­ción Pública, Renatto Brunetta, de 72 años y un viejo amigo de Silvio Berlusconi, hasta que se designase a otro premier.

Pero se suele decir que en este cónclave quien entra papa sale cardenal. El sistema de votación está rodeado de casi tanto secretismo como los de la Capilla Sixtina. Esta tarde están convocados en Roma 1.009 grandes electores (630 diputados, 321 senadores y 58 delegados regionales), que deberán depositar una papeleta en la que pueden escribir cualquier nombre o incluso dejarla en blanco. El voto es secreto, y se pueden celebrar tantas sesiones como sea necesario preferente­mente antes del 3 de febrero, cuando expira el mandato de Mattarella. Podrían incluso llegar a votar de noche.

Durante las tres primeras votaciones son necesarios dos tercios del cuórum para elegir a un presidente, mientras a partir de la cuarta sesión basta con la mayoría absoluta, 505 grandes electores.

Sería una gran sorpresa si esta noche los italianos se van a la cama con un nuevo presidente, como desearía Draghi. Después de la renuncia de la candidatur­a de Silvio Berlusconi –que ayer estaba ingresado en el hospital por controles médicos–, los partidos llegan con las cartas tapadas para no quemar posibles papables. Algunos, como el exprimer ministro Matteo Renzi, que ayer caminaba despreocup­ado por el centro de la capital, ya han avisado que se deberá esperar por lo menos hasta el final de la semana para tener fuca mata blanca.

El Parlamento italiano está dividido en dos grandes bloques que previsible­mente actuarán de forma conjunta. En el de centroizqu­ierda, formado por el Partido Demócrata (PD), el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y Libres e Iguales (LeU) ayer se filtraba la preferenci­a por Andrea Ricciardi, fundador de la católica Comunidad de Sant’Egidio, un emblema de la acogida a los refugiados y de la ayuda los más necesitado­s. La derecha, por su parte, formada por la Forza Italia de Berlusconi, la Liga de Matteo Salvini y Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, reivindica su derecho a elegir por el hecho de tener más escaños en el Legislativ­o. Prometen proponer a una figura “de gran nivel”, pero todavía no han anunciado públicamen­te sus preferenci­as.

La derecha ha dicho claramente una sola cosa: que no quieren que Mario Draghi haga las maletas. Berlusconi y los suyos optan por la continuida­d del Ejecutivo tal y como está, algo que a corto plazo podría llegar a gustar a Bruselas porque si el banquero fuera elegido se abriría una crisis polítien un momento muy delicado, en plena pandemia y durante la implantaci­ón del plan de recuperaci­ón.

Aunque Draghi podría acabar siendo el plan B de todos los partidos –una opción muy viable si no logran ponerse de acuerdo en otro nombre–, nadie quiere a priori tener que buscarle un sustituto que reúna en una misma coalición a fuerzas que van desde la ultraderec­ha a la izquierda tradiciona­l. Una posible solución sería otro gobierno tecnócrata, tal vez liderado por la actual ministra de Justicia, Marta Cartabia, primera mujer presidenta del Tribunal Constituci­onal, o Vittorio Colao, ministro de Innovación y Transición Digital y ex exconsejer­o delegado de Vodafone.

El riesgo de no lograr el consenso es enorme, sobre todo ante la posibilida­d de que todo termine en un adelanto electoral. Es lo que más temen muchos de los parlamenta­rios que se quedarían sin trabajo –en la próxima legislatur­a se recortará un tercio de los diputados y senadores– y sin pensiones vitalicias. La incertidum­bre sobre el futuro de Draghi está en el centro de las intrigas políticas, con el riesgo de que Italia termine de nuevo en el precipicio de la inestabili­dad y de desaprovec­har la oportunida­d de los fondos europeos para corregir con reformas algunas de las lacras que persiguen al país desde hace décadas. Otra opción que sería un fracaso monumental de la política es pedirle a Mattarella que repita en el cargo, como hizo Giorgio Napolitano en el 2013, pese a que el siciliano ha dejado claro que su deseo es jubilarse.

La coyuntura pandémica también hace de esta elección un caso único. Se han tenido que modificar los protocolos para que solo haya una votación al día. Los electores entrarán en grupos de cincuenta y por orden alfabético. Además, el Gobierno se ha visto obligado a aprobar un decreto para que los parlamenta­rios contagiado­s rompan su cuarentena para llegar a Roma y votar desde sus propios coches en el aparcamien­to del Parlamento. Deberán hacerlo “el tiempo estrictame­nte necesario”, aunque existe el riesgo de que los partidos no lleguen a un acuerdo antes del 3 de febrero. En ese caso habría dos escenarios, o bien que Mattarella siga temporalme­nte o bien que la presidenta del Senado, Elisabetta Casellati, asuma sus funciones hasta encontrar un sucesor. Comienza la mayor función del teatro político italiano.c

Aunque el banquero es quien reúne el mayor consenso, el riesgo es no encontrar a un sustituto como premier

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SANDRO PACE / AP Silvio Berlusconi y Mario Draghi, en una imagen del 2008

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